Epifania

El león parecía sonreír al propio Pelayo. El juguete de un niño amado que acabó lejos de su dueño a causa de un acto asqueroso un acto de...

Las ultimas frases de las dos mujeres vuelven a repetirse en la mente de Pelayo. Dos hombres que se detestaban ahora han solucionado sus problemas dándose placer entre ellos. ¿No sería eso un acto de amor?

"Amaros los unos a los otros"

"Si- se dijo a si mismo- pero también eran dos hombres. ¿Dónde queda el creced y multiplicaros?"

"¿En este mundo superpoblado? Los hombres de la ventana no querían una relación romántica entre ellos, solo un acto de conexión intima y salvaje, capaz de sanar. Pensó en su familia. Su padre jamás había estado más unido a sus hijos. Sus hermanos compartiendo verdaderos sentimientos entre ellos. Todo eso no debería ser tan malo. ¿No?

"Pero la iglesia opina lo contrario. Esta en las sagradas escrituras. Aunque bien que se montaron una orgia en el seminario"-siguió meditando Pelayo.

Entonces lo tuvo todo claro. En el seminario. En su casa. Los hombres de esos lugares habían follado como poseídos entre ellos, pero no él. Él solo había sido un observador. ¿ Y si alguien le estaba dando un mensaje? ¿y si fuera... Dios?

Lujuria comenzó a dar saltos de alegría.

-Eso es-dijo Pelayo- He sido escogido para llevar un mensaje. Un mensaje de amor entre los hombres. ¿Quién gobierna el mundo? Los hombres. ¿Cuántas guerras y disputas se resolverían si en lugar de enfrentarnos nos folláramos el culo?

Ese era el mensaje de Dios. Trasmitir la enseñanza del amor a través del sexo. La iglesia, anticuada en dogmas arcaicos, no lo comprendería. Debía surgir una nueva fe. Y Pelayo seria su primer predicador.

Entonces llegaba el problema ¿Cómo podía predicar sobre el sexo si él aun era virgen? Le parecía demasiado hipócrita. Debía predicar con el ejemplo, así que, por mucho que no estuviera interesado, debía dejar la castidad ese mismo día.