Crisis de fé

Pelayo anduvo por su ciudad sin destino, deambulando con lágrimas en los ojos, destrozado. Todos sus referentes habían caído en el pecado más ruin de todos. A Pelayo nunca le había interesado el sexo. Jamás se había sentido atraído por una mujer o por un hombre. Algo que él no entendía era algo que no tenía valor. Pero a su alrededor parece que todos están obsesionados con el sexo. Capaces de romper los dogmas de sus creencias solo para sentir un pene dentro de ellos.

Pelayo se detuvo apoyado en un árbol, con su corazón latiendo tan rápido que siente que va a estallar dentro de su pecho. Había llegado el momento clave. Lujuria se jugaba todo ahora. Era el momento de la epifanía.

Enfrente del pecador, dos mujeres jóvenes salían del portal de un edificio. Una de ellas cargaba un bebé mulato entre sus brazos. Ambas reían, felices del momento en que se encontraban. Pelayo intentó reconfortarse en esa escena. Por lo que hablaban parecía que la madre era la hermana del novio de la segunda mujer. Charlaban sobre cosas intrascendentes hasta que una parte de la conversación llamó la atención de Pelayo.

-A ver cuando bajan estos- dijo una de ellas- con lo mal que se llevaban al principio y mira ahora, no paran de quedar.

-Si-le dijo la madre mientras le hacía carantoñas al bebe- David nunca aceptó que saliera con Ibra. Ya sabes, siempre ha sido algo racista. También es verdad que Ibra nunca soportó a mí hermano. Y desde que me quedé embarazada...

-Tu hermano puede que parezca algo bruto- le replicó la cuñada- lo sabré bien yo. Pero luego es un trozo de pan. Solo tenía que darle una oportunidad a Ibra. Míralos ahora. ¡Si han quedado esta semana dos veces y todo!

En ese momento, algo golpeó la cabeza de Pelayo. Era blando, por lo que fue peor la sorpresa que el daño. El pecador alzo la mirada buscando de donde provenía el objeto. Lo que vio Pelayo fue una ventana abierta en el edificio de enfrente, en el segundo piso. En ella, desde su posición, se podía ver claramente a un joven de color de músculos perfectos que, agarrando de las caderas a otro chaval de piel clara y cabello rubio, le penetraba el culo mientras su amante intentaba que sus gemidos no atrajeran la atención. Pelayo enseguida los reconoció como las parejas de las dos mujeres, Ibra y David. Cuñados y ahora amantes secretos.

"Sexo. Todo el mundo solo quiere sexo" ¿Por qué no puedo huir de él?" Pensó, alejándose de la escena.

Entonces piso algo blando en el suelo, que hizo un pitido al poner el pie encima. Pelayo lo recogió alargando la mano. Debía de ser el objeto que había caído de la ventana de los amantes y le había golpeado la cabeza. Era un muñeco, de esos que al apretar sale un ruidito agudo. Era un león de plástico de aspecto infantil.

Lujuria cruzó los dedos y rezo a Belcebú.

-Venga cabrón. Acepta tu nuevo rol