A un desconocido en una zona de cruising

Toda la ciudad conocía un lugar a las afueras, siguiendo una ruta de senderismo que llevaba a una parte de la montaña donde hombres de reunían para practicar sexo entre ellos. La llamaban, "La ruta rosa" y Pelayo la aborrecía. O así era para el viejo Pelayo. El nuevo Pelayo ha entendido el sexo como una herramienta de conexión y amor entre hombres. ¿y que mejor forma de sanar sus prejuicios que acercarse a esos hombres que tanto detestaba?

La caminata no fue demasiado ardua. De hecho, desde su posición aun se podían ver las últimas edificaciones de la ciudad. El sendero estaba lleno de vegetación, a diferencia de los hombres, que por esas horas no logró encontrar a ninguno. Pelayo tuvo que subir algo mas en la montaña para encontrarse al primero, un hombre cercano a los 40, con la sudadera desabrochada y la polla, que se masturbaba mientras se insinuaba al pecador.

Pelayo se acerco al desconocido y comenzaron a besarse. El hombre acariciaba el cuerpo del pecador mientras lo acercaba hacia él. Luego fue poco a poco desnudando, hasta que, separándolo un poco, silbó al ver el cuerpo del seminarista.

-Mira como tengo la polla por verte-le dijo sensual.

Pelayo se puso de rodillas y se acerco a la polla del desconocido. Está era mas gorda que larga, por lo que tuvo que abrir bien los mofletes para que le cupiera. La mamada fue algo torpe. Al fin y al cabo, era la primera polla que se comía Pelayo. Pero el hombre pareció disfrutarlo, pues no paraba de resoplar del gusto.

Pero el objetivo de Pelayo era su virginidad anal. Tras unos minutos, esté se levanto recostó sobre un árbol, mostrando su agujero ante el desconocido. Este no le dio tiempo ni a pedirle delicadeza con su ano sin estrenar. El hombre le penetro de tres fuertes embestidas y, agarrándole fuerte en un abrazo, comenzó a destrozarle el culo a base de pollazos.

El sexo fue casi animal, primario. Tampoco duro mucho. El desconocido uso el culo de Pelayo como un simple recipiente para su esperma. Cuando se corrió dentro del seminarista, tras un par de gruñidos, extrajo la polla del agujero dolorido del muchacho, se vistió, y se alejó por el sendero.

-No se si he logrado una verdadera conexión-se dijo para si mismo Pelayo- Aunque es cierto que ya no mirare por encima del hombro a estos... homosexuales.