Cristina, compañera de la residencia

Enseguida le vino a la mente Cristina. Era una compañera del Master y que vivía con el en la misma residencia de estudiantes de la universidad. Era preciosa, una mujer de largo pelo negro y sonrisa fácil, increíblemente inteligente que había conquistado a todo el mundo, aunque ella solo tuviera ojos en su novio de toda la vida, Victor. Imaginarse tener a sus pies a Cristina hizo que la polla de Asier se le pusiera dura. Tenia que ir ya a su residencia.

Por desgracia, para ello debía de coger un autobús. Temiendo encontrarse a mas hombres, espero escondido en una esquina hasta que apareció el bus, entrando por la parte de atrás. Suspiró aliviado al ver que iba vació excepto por dos mujeres mayores y por la conductora, una mujer que parecía tener malas pulgas. Se volvió a esconder en los asientos traseros, alejado lo máximo de las dos ancianas, para evitar que ellas interactuaran con la poción y desearan tener sexo con él.

Cuando apenas quedaban un par de paradas, un joven, de aspecto algo macarra, subió al autobús. Asier se escondió un poco mas, pero el muchacho, aunque se sentó algo alejado del pecador, pronto empezó a buscar algo por el autobús, como si lo oliera. AL final descubrió al muchacho y se sentó delante de él. No le dijo nada, solo se saco la polla de su pantalón y empezó a masturbarse delante de él.

Asier hizo ningún movimiento ni dijo nada. Se quedo quieto, como cuando los bullies del colegio se metían con el. El joven parecía peligroso, aunque en sus ojos solo se veía el deseo. Por fin, Sonó el timbre que indicaba que había llegado al campus, así que, como si le hubieran liberado de una prisión, Asier se levanto del asiento y corrió fuera, alejándose del masturbador.

Asier llego al exterior de la residencia. Esta estaba en el mismo campus de su universidad, rodeado de una gran extensión de jardines y zonas verdes, estilo americano. A esas horas del día, estaba a rebosar de estudiantes disfrutando de su tiempo libre. Asier casi chocó con una de ellas, que distraída, miraba el móvil.

-Per.. per.. perdona-logró decir al fin Asier, mientras se fijaba en la joven, esperando su reacción.

En cambio, esta le miro con aprensión, casi con asco, y se marchó

"Creo que la poción no afecta a las mujeres- pensó Asier" Y para reforzar su tesis, solo tuvo que contemplar a los hombres cercanos a él. El estudiante de gafas que leía un libro sentado en un banco dejo este para mirar fijamente al pecador. Los mismo paso con la pareja que iba cogido de la mano, y que abandonando a su novia, fue directamente tras Asier. El pecador volvió a huir, pero mirara por donde mirara, cada vez mas estudiantes varones le seguían con los ojos, le sonreían como bobalicones y, si Asier se fijaba, veía que los bultos de sus pantalones escondían una erección. Cuando llego a la altura del campo de baloncesto, cuatro estudiantes le insinuaron que fuera a jugar con ellos. Sus pollas estaban duras. Incluso, a alguno de ellos se le salía el glande por la misma cintura

Debía refugiarse, o si no seria rodeado pronto por decenas de pollas, así que corrió de nuevo hacia la residencia. Fue pasando hombres y hombres que intentaron agarrarlo. Parecía como si los efectos se potenciaran. Al llegar a la puerta, tuvo que esquivar la descarga de esperma de uno de los jardineros, un hombre gordito que no paraba de decirle algo sobre ayudarlo con el material

Ya dentro la cosa no mejoró. Esquivo a hombres preparados para follarle como bedeles, profesores y estudiantes. Tras girar un recodo, Asier se detuvo para coger aire. Le duro poco el descanso, otros cuatro estudiantes, musculosos y muy salidos, aparecieron de repente por donde había venido. No tardaron ni tres segundos en quitarse la camiseta y acercarse a Asier con ganas de follarle.

El pecador retornó su huida, pero esos estudiantes le siguieron. En cierto momento, Asier consiguió despistarlos, pero por el sonido de sus botas y de sus peticiones de sexo, supo que le alcanzarían enseguida. Se encontraba en un largo pasillo, con habitaciones para los estudiantes a los dos lados. Debía esconderse, y rápido. Ni poder casi ni leer los números, Asier entró por una de las puertas.