Puerta Nº11

Asier debía actuar rápido. Sus perseguidores estaban al volver de la esquina. Abrió una puerta de una habitación, sin importar quien podía haber al otro lado. Al atravesar el umbral, el pecador se encontró con una habitación casi a oscuras, excepto por la luz que salía de un ordenador. Enfrente de él había un estudiante, algo mas joven que Asier, de pelo oscuro y delgado, que vestía ropa negra y tenia varios pircings.

-¿Quien eres tú?-preguntó

-Me estoy escon.. escondiendo-le contestó Asier- puedo...

Poco le duro al pecador la tranquilidad. Desde la silla del ordenador, bajándose los pantalones hasta las rodillas, el chico alternativo se estaba masturbando sin quitar ojo al cuerpo de Asier. Su polla era grande y gorda, especialmente en proporción al tamaño del chico.

Asier escucho claramente como sus perseguidores seguían por el pasillo, así que no podía salir de la habitación aun. El pajero se alzo de su silla, encendió la luz y se dirigió hacia allí, armado con su tremendo tabuco. El pecador, asustado, solo se le ocurrió una cosa.

Se sacó la polla del pantalón.

Le funciono. El estudiante se puso de rodillas y se lanzó a hacerle una mamada. Asier había esquivado la enorme polla del chaval, al menos por ahora. Además, el joven alternativo era un experto felador, y Asier se descubrió disfrutando de verdad de esa mamada. AL fin y al cabo, era su primer sexo oral.

Asier pensó que ahora el momento de intentar cumplir todas las fantasías sexuales que siempre había imaginado. Siempre había pensado en mujeres, pero ese chaval, con su tamaño, forma y estilo, casi podría ser una, así que le pidió de todo. Que le chupara los huevos, los pies. Le esculpió en la boca y todo tipo de ideas viciosas. El chaval cumplió todas sus ordenes, y eso envalentonó a Asier de una manera nunca vista. Cuando el propio estudiante le pidió que le desvirgara, Asier acepto de mil amores, penetrando el estrecho culo con su polla.

Cuando se corrió, lo hizo dentro del muchacho, al que dejó en su cama pidiendo mas pene. Mientras se vestía, obviando las suplicas de su amante, pensó en las posibilidades que la poción le otorgaba. Podía obligar a los hombres de la residencia a hacer lo que el quisiera. Con paso firme, salió del cuarto.