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Chapter 4 by Delamugre Delamugre

¿A donde se dirige Pelayo?

Al segundo pilar

Pelayo tenía claro donde acudir. El catolicismo había sido la senda que había guiado toda su vida. Y esa senda se le había inculcado su familia. Ahora que la iglesia se había corrompido, debía volver a sus raíces. Debía volver a casa. Lo que no sabía el seminarista es que Lujuria había previsto eso, y también había había visitado su hogar en su ausencia.

Pelayo abrió la puerta de su casa familiar casi con violencia. Necesitaba la seguridad de los valores que le habían inculcado cuando era pequeño. Escuchar la voz autoritaria de su padre decidiendo el futuro de sus cinco hijos varones.

En cambio, al llegar al salón, lo que vio es a su hermano menor, Benjamín, que hace tres meses había cumplido 18 años, desnudo totalmente. Con esfuerzo, se introducía un dildo de gran tamaño en su agujerito, abriéndolo poco a poco.

-¡Benja-exclamó Pelayo-¿Que estás haciendo?

El pecador no pudo dejar de fijarse en la polla de su hermano menor, de gran tamaño, que se balanceaba con cada intento de penetración del juguete. Su hermano lo estaba gozando.

-Me preparo el culito- le respondió sincero Benjamin- Gonzo dice que me toca a mí luego.

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Pelayo no supo que decir. El sonido, ya identificado de hombres follando le atrajo a la habitación de al lado, el comedor. Allí, su hermano mayor, Gonzalo, de 29 años, estaba follando por el culo con otro hermano suyo, Sebastián, de 24. Los dos amantes parecían no percibir la llegada de Pelayo, botando Sebastián sobre la polla de su hermano, que entraba y salía con velocidad.

-Relléname otra vez- le decía el hermano menor a Gonzalo- préñame como si fuera tu mujer.

-Ya llevas tres corridas hoy-le contestó Gonzalo- aún tengo que follarme otra vez a Benja.

En esa familia, ser el hermano mayor no era fácil.

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Sus hermanos habían perdido la cabeza. Habían renunciado a sus principios y creencias por el sucio sexo. ¡Y en la misma casa familiar! ¿Cómo podría permitirlo su padre?

El despacho de Evaristo, el padre de Pelayo, estaba en el piso superior de su casa. Cuando fue ascendiendo por los peldaños el ya reconocible sonido de chapoteo del sexo anal era índice suficiente de lo que estaba pasando. Aun así, Pelayo debía verlo con sus propios ojos. Debía cerciorarse.

Si. Su padre estaba desnudo sobre su despacho. Su cuerpo ancho y velludo lleno de sudor y esperma. Cogiendo sus piernas y follándole el ano casi con violencia, estaba su último hermano en aparecer, José Ángel, que mantenía un ritmo de caderas propio de un deportista de élite.

-No puedo más papa- le decía- me voy a correr de nuevo.

-Córrete en mi boca y podrás descansar un rato- le dijo-Luego dile a uno de tus hermanos que suba. Quiero probar de nuevo la leche de otro de mis hijos.

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Ver a su padre, quien le había formado en sus valores principales y creencias, convertido en una putilla deseosa de semen rompió la mente de Pelayo. Con las manos temblorosas se fue de su casa con pasos lentos y pesados. Incapaz de saber que hacer a continuación.

¿Que sucede ahora?

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