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Chapter 12 by Delamugre Delamugre

¿Qué conversión quieres leer?

"La de mi encantador vecino anciano"

"amante, no sé si merezco haber sido escogido para su misión, solo soy un humilde sexeonista, pero al leer el mandamiento en la pared pense enseguida en Eladio, mi vecino. Es un hombre mayor de unos 80 años que ha vivido enfrente de mi casa con su mujer desde antes que naciera yo. Desde hace unos meses su salud ha empeorado, y tengo miedo que se vaya de este mundo sin conocer la verdad. Por favor amante, permítame convertirle a la verdadera fe y enseñarle la unión del sexeón"

La petición del joven creyente enterneció a Pelayo, que no dudo en realizar la ceremonia para transferirle el sexeón al veinteañero.

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La mujer de Eladio, Carmen, salió esa tarde a realizar las compras de la semana, dejando a su marido en casa, que tras volver del gimnasio, pues era un hombre que siempre se había cuidado, comenzó a desvestirse, quedándose en ropa interior.

Un ruido le saco del baño. Provenía de su habitación. Allí, descubrió al hijo de sus vecinos que sentado en su cama parecía rezar con la mirada fija en un león de juguete de color naranja. Un extraño brillo pareció surgir del muñeco de plástico y, de repente, el jovencito le pareció el ser mas atractivo del mundo. Su polla se puso dura al momento y solo pudo acercarse poco a poco al joven.

-Que gorda tienes la polla- le dijo el vecinito mientras le tocaba el rabo bajo la tela y se besaban.

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Con los dientes, el creyente le bajó los calzoncillos a Eladio, cuya polla salto como un resorte. La boca caliente y hábil del joven empezó a hacerle una mamada al oso de plata, que anonadado, no sabía como había sucedido esto, pero como lo disfrutaba. De la polla, el creyente pasó a los huevos y se allí, al agujero del ano, que tras humedecerlo bien, comenzó a penetrarlo con un par de dedos.

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-Voy a follarte- anunció el joven y el anciano asintió, expectante. La polla del veinteañero fue poco a poco introdujéndose en el virginal agujero de Eladio , que notaba como con cada golpe de cadera, su próstata era golpeada y está liberaba oleadas de placer.

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Tras varios minutos de penetración y varias posturas distintas, el vecinito anunció que iba a correrse, saliendo del interior de Eladio y corriéndose en su pecho repleto de vello blanco. Su vecino no tardo tampoco en correrse en el mismo sitio tras la hábil paja del creyente.

El cambio en la salud de Eladio fue casi inmediato, demostrando a los fieles que el sexeonismo era capaz de sanar a las personas. No hubo jueves que el anciano no apareciera por la sabana para follar con algún hombre, y eso parecía devolverle la vitalidad. Si en algún momento necesitaba un reconstituyente, el tenía que cruzar la calle para que su joven vecino le volviera a follar el culo.

Noveno mandamiento

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