Sumisa y Cornudo

Sumisa y Cornudo

Owned couple

Chapter 1 by LordDrako LordDrako

Mi nombre es Adrián, tengo treinta años recién cumplidos y soy ingeniero informático en una compañía de telecomunicaciones. Físicamente, creo que soy un tío atractivo: metro setenta y cinco, rubito, ojos verdes, nunca he tenido problemas para ligar. Cuido bien de mi cuerpo: voy tres veces por semana al gimnasio y depilo mi vello corporal, incluido mi vello púbico.

Lucía, mi mujer, es la esposa que todo hombre querría tener. Tiene veintiocho años y trabaja en una pequeña gestoría. Es casi tan alta como yo, tiene el pelo negro, a mitad de la espalda, y en muchas ocasiones lo lleva recogido en una coleta, que le da un aire serio y profesional. Tiene una cara muy atractiva, con hermosos ojos verdes y una sonrisa franca que te desarma; y un cuerpo espectacular, atlético, bien proporcionado, con los gemelos ligeramente abultados y unos pechos no muy grandes pero firmes, de pezones cónicos y sensibles. Pero su mejor atributo, sin duda, es su trasero: redondo y carnoso. A mí me encanta, aunque sé que a ella le gustaría ser un poco menos culona.

Lucía y yo vivimos en Madrid, en una urbanización de chalets cercana a la capital y tenemos dos coches de alta gama: un Lexus, yo y un Audi, ella. Llevamos tres años casados y nos estamos planteando ya la posibilidad de tener hijos.

La familia de Lucía tiene dinero. Su padre, Fernando, tiene sesenta años y es economista. Su madre, Mayte, tiene cincuenta y seis y es abogada del estado. Viven en un gran chalet, no muy lejos de nosotros. Lucía también tiene una hermana mayor, Rocío, que tiene treinta años, es peluquera, y vive con su novio Mateo en un piso en el centro de Madrid.

Mi familia está más desestructurada. Mis padres se divorciaron hace más de veinte años y mi padre, Gerardo, se fue a vivir a EEUU, donde ha rehecho su vida con otra mujer. Hablamos de vez en cuando, pero nuestra relación es distante. Mi madre, Yolanda, y mi hermana pequeña, Susana, viven en Majadahonda. Mi madre tiene cincuenta y cuatro años y era ama de casa, pero tras el divorcio consiguió trabajo como dependienta en El Corte Inglés. Mi hermana Susana, que tiene veintisiete años, es médico de familia y trabaja en un centro de salud de Madrid. Tras una relación de casi diez años, acaba de dejarlo con Antonio, su novio de toda la vida.

Lucía y yo tenemos una vida sexual aceptable. Lo hacemos dos o tres veces por semana, aunque, desde mi punto de vista, estamos empezando a caer en la monotonía. Lucía nunca ha sido especialmente aventurera en la cama y yo nunca he intentado proponer nada más allá del sexo convencional, por temor a que piense que soy un pervertido. Nuestras relaciones siempre siguen un patrón similar: muchos preliminares, con besos, caricias, roces y tocamientos, y cuando ambos estamos excitados, penetración en la postura del misionero o Lucía a horcajadas sobre mí hasta llegar al orgasmo. De vez en cuando, practicamos el sexo oral, aunque cada vez menos, y lo mismo pasa con la postura del perrito, que a mí me encanta porque me permite admirar el fantástico culo de mi mujer.

Cuando empezamos a salir, Lucía tenía quince años y yo diecisiete. Yo había tenido una breve relación con otra chica, con la que no había pasado de algunos besos y magreos, pero para mi mujer era su primera relación, por lo que yo he sido la única pareja que ha tenido.

De esa época del instituto mantenemos nuestro principal grupo de amigos, con los que nos reunimos regularmente. La mejor amiga de Lucía, Patricia, se casó con mi mejor amigo, Guillermo. El resto del grupo, Sandra, Clara y Rodrigo, siguen solteros, aunque éste último lleva saliendo unos meses con Tamara, una chica algo mayor que nosotros.

Por aquel entonces, teníamos también otro amigo: Róber. La relación entre mi mujer y él nunca fue buena, ya que, a pesar de estar saliendo conmigo, Róber no paraba de tontear con ella y pedirle que me dejase y saliese con él. El cabrón no se cortaba un pelo, aunque yo nunca lo vi como una amenaza, pues Róber era un adolescente gordito, con gafas y poco atractivo. Afortunadamente para mi chica, al finalizar el instituto, Róber siguió sus estudios en Estados Unidos y se estableció allí, por lo que durante bastante tiempo no volvimos a saber de él.

Imaginaos la sorpresa que nos llevamos todos los amigos cuando, después de casi diez años, nos encontramos a Róber en el Looney’s, un garito que solemos frecuentar. El único que sabía que volvía a Madrid era Rodrigo, su mejor amigo, y le había pedido que no dijese nada porque quería darnos una sorpresa.

Físicamente se le veía cambiado. Seguía teniendo algunos kilos de más, pero se le notaba más musculado. Se había operado la miopía y ya no llevaba gafas. También se había dejado barba.

¿Sigue Róber interesado en Lucía o ha perdido ya el interés después de tanto tiempo?

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