Laura empieza a moverse

Laura, con determinación y miedo en su corazón, comenzó su travesía a través del parque, una odisea de vergüenza y sigilo. Cada paso era una aventura en sí mismo, una lucha por pasar desapercibida en un mundo de miradas curiosas y ojos inocentes.

Se movió entre los árboles, sus ramas proporcionando una cobertura parcial, sus hojas susurrando secretos que solo la naturaleza conocía. El suelo, cubierto de una alfombra de hojas secas, crujía bajo sus pies descalzos, creando una banda sonora de advertencia con cada paso. El sol, filtrándose a través de las hojas, pintaba su cuerpo desnudo con patrones de luz y sombra, revelando y ocultando al mismo tiempo.

Se agachó detrás de un arbusto frondoso, su cabello mezclándose con las hojas, sus ojos escaneando el área. Un grupo de niños jugaba a pocos metros, su risas llenando el aire de inocencia. Esperó, conteniendo la respiración, hasta que su camino estuvo despejado.

Corrió rápidamente hacia un seto, su cuerpo desnudo una visión fugaz entre la vegetación. Las espinas del seto arañaron su piel, dejando marcas rojas en su camino. Se agachó, jadeando, detrás del seto, su pecho subiendo y bajando con la urgencia de su misión.

Atravesó un sendero, su corazón latiendo con fuerza en su pecho desnudo. Una pareja de ancianos caminaba lentamente, discutiendo sobre las flores. Laura se pegó a la sombra de un árbol, su cuerpo pegajoso con el sudor, esperando que pasaran.

Se arrastró por debajo de un banco, su vientre rozando el suelo, sus manos buscando apoyo en la tierra húmeda. Un grupo de adolescentes pasó por encima de ella, sus risas y comentarios llenando el aire, sin sospechar que debajo de ellos yacía un secreto desnudo.

Cada textura, cada sonido, cada mirada inocente era una prueba de su resistencia y su ingenio. El parque, con su vida cotidiana, era un escenario surrealista para su drama personal, una prueba de su capacidad de superar la vergüenza y el miedo.