El juego apenas empieza

Melisa rió, una risa que sonaba más como una burla. "Oh, Laura, apenas estamos empezando. Tienes mucho más que ofrecer. Y no te preocupes, esto será divertido para ambas", dijo, su tono sugerente.

El contraste entre ambas mujeres era palpable. Melisa, con su aire de superioridad, parecía estar disfrutando de la situación, mientras que Laura, desnuda y ****, estaba aterrada y confundida. La diversión de Melisa era la tortura de Laura, una cruel ironía que no escapaba a la atención de ninguna de las dos.

Melisa se acercó a Laura, su mirada fija en los ojos verdes de su compañera. "Ya lo verás, Laura. Pero primero, necesito que confíes en mí. ¿Estás lista para el siguiente paso?", dijo, su sonrisa ahora más amplia, revelando una diversión perversa.

Laura, sintiendo que no tenía otra opción, asintió lentamente, su cuerpo tembloroso revelando su miedo. Melisa había cruzado una línea, y ahora Laura se encontraba en un juego peligroso, donde la diversión de una era el terror de la otra.

Melisa, con una sonrisa enigmática, reveló su siguiente reto. "Hay una fuente de agua en el otro extremo del parque, Laura. Quiero que llegues allí sin ser vista. Tienes 20 minutos. Si no llegas a tiempo, me iré con tu ropa y todo lo que te pertenece", dijo, su voz seria y desafiante.

Laura, sintiendo una nueva ola de pánico, miró a su alrededor. El parque estaba lleno de gente, familias disfrutando de un día soleado, niños corriendo y riendo. La idea de cruzar el parque desnuda, sin ser descubierta, parecía una tarea imposible.

"¿Estás loca, Melisa? No puedo hacer eso. Hay demasiada gente", protestó Laura, su voz temblorosa.

Pero Melisa, imperturbable, se encogió de hombros. "Eso es parte del reto, Laura. Tienes que ser creativa. Y recuerda, el dron te estará vigilando. Si te descubren, será tu vergüenza. Si tienes éxito, tal vez te deje ir", dijo, y comenzó a caminar hacia el punto de encuentro, dejando a Laura sola con su miedo y su desnudez.

Laura observó cómo Melisa se alejaba, su figura segura y vestida contrastando con su propia vulnerabilidad. El dron, como un guardián silencioso, permanecía cerca, listo para registrar su fracaso o su éxito. Con un suspiro, Laura se dio cuenta de que no tenía otra opción que intentar lo imposible.

La carrera contra el tiempo había comenzado. Laura, usando la cobertura de los árboles y los arbustos, comenzó a moverse sigilosamente, su cuerpo desnudo brillando bajo el sol. Su mente trabajaba rápidamente, buscando rutas alternativas, lugares donde esconderse, estrategias para pasar desapercibida.

Cada paso era una prueba de su ingenio y su resistencia. Los niños, ajenos a su presencia, seguían jugando, sus risas llenando el aire. Las familias, sentadas en las bancas, disfrutaban de sus picnics, sus conversaciones creando una banda sonora de normalidad en medio de la extraordinaria situación de Laura.