Receptáculo (Convicto estafador)

El pecador se despertó con un sobresalto por el ruido de una porra sobre las rejas de su celda.

-Ya es hora de despertar, princesa-le gritó un guardia malhumorado.

Toni no tubo otro remedio que despertarse. Le dolía el cuerpo por la dureza de la cama, y sentía que apestaba. Intentó ordenar sus ideas haciendo un rápido perfil:

NOMBRE: BRUNO RIVALTA PERIS

EDAD: 31 años

ESTADO CIVIL: Soltero.

PROFESION: Ninguna legal.

AFICIONES: ¿Las apuestas cuentan como afición? Bueno, también me gustan los juegos de cartas, ya sabes, el póker, el blackjack...

FETICHES SEXUALES: Me ponen todas las mujeres y hacerles de todo. Pero si tengo que elegir... creo que elijo a las chicas malas. Ya sabes, las que saben beber, fumar, y no son unas mojigatas. Con esas los polvos son espectaculares.

¿Cómo se le había ocurrido saltar a la vida de un preso? Además, de uno tan patético como un estafador. Un delincuente de medio pelo acusado de estafar a varios empresarios. No era emocionante ni peligroso, era un fracasado como el propio Toni. Tenia que salir de esa vida ya.

Por desgracia, la capacidad para escapar de ese cuerpo a otro era complicado estando preso. Obviando a los policías, los cuales fueron desechados por ser demasiado peligroso, solo habían dos opciones. La primera, era la de un sacerdote que acudiría esa tarde para tomar confesión. Toni pensó en como seria sentir una profunda religiosidad y esperanza. Un profundo amor al prójimo.

El otro posible receptáculo era un hombre de color, de anchas espaldas y músculos trabajados. Según los recuerdos del preso, se llamaba Damián, y se habían criado juntos como si fueran hermanos. Ahora trabajaba como guardaespaldas de alguna persona importante, saliendo de las calles para labrarse una vida mejor. Una vida de superación. Una vida envidiable.