Jessica, su vecina de la infancia

Asier enseguida pensó en Jessica. Había sido su vecina desde siempre, y una de las pocas mujeres con las que él no se ponía excesivamente nervioso. Recordaba jugar con ella en multitud de ocasiones, y su amabilidad cuando su timidez y tartamudeo le impedía tener la mas mínima conversación. Era interesante que la primera persona con la que quería probar los efectos de la poción fuera con alguien que siempre le había tratado bien, pero Asier no era una buena persona. Puede que no fuera muy hablador, o que incluso trasmitiera lastima, pero dentro de él había un verdadero hijo de puta.

El siguiente paso era como acudir a su antiguo vecindario. Caminar seria demasiado peligroso. Habría multitud de hombres que se volverían pervertidos al ver al chico. Decidió llamar a un taxi. Si tenia suerte, seria una mujer. Si no, al menos solo pondría cachondo a un solo hombre.

No tuvo suerte, y acudió a recogerle un hombre de mediana edad.

-Esto esta en el quinto pino-dijo- ¿por que tan apartado?

-Lle.. llev.. lléveme a esta dirrrrrrr..ección, por favor.

El hombre le echo una fugaz mirada y asintió.

Pronto noto Asier los efecto que desprendía en el conductor. Parecía mas interesado en el retrovisor que en la carretera. Una de sus manos siempre estaba en su paquete al que agarraba con fuerza cada poco tiempo. El muchacho casi temió por su vida en un momento en que un coche se les cruzo, y no chocaron por una rápida maniobra del conductor. Eso parece que volvió a centrar al hombre uno minutos, pero luego siguió con sus tocamientos. Cuando consiguieron llegar a su destino, el taxista ya se había sacado totalmente la polla, y se pajeaba casi como si estuviera poseído mirando a Asier a través del retrovisor.

-Estas buenísimo joder- logró decir, mientras se corría sobre su propia camiseta, manchándola de esperma.

Asier le tiró un billete de veinte euros y salió lo más rápido posible del coche.

Estaba enfrente de la casa de Jessica. Por suerte, Asier no vio a nadie en las cercanías. Debía entrar en la casa y llegar al cuarto de su deseada vecina sin que ningún otro familiar suyo le encontrara. Era arriesgado, pero también estimulante, así que, decidido, boto la valla.

Un sonido de cortacésped le indicó que alguien se encontraba en la caseta del jardín, así que rápida pero silenciosamente, entró por la puerta trasera hasta la cocina. El cuarto de su vecina estaba en el piso de arriba, por lo que subió las escaleras en tres zancadas. La habitación de su amor platónico estaba a dos pasos de Asier. Invocó toda la valentía posible y abrió la puerta.

Encontró a Jessica que acaba de volver de la ducha, totalmente desnuda, como si le estuviera esperando. Se giro y durante unos segundos nadie dijo nada. Luego gritó.

Asier quiso disculparse, pero recibió el lanzamiento de un cojín que había sobre la cama mientras su vecina le gritaba que saliera de allí. El tímido huyo de la habitación y fue a refugiarse en la primera puerta que encontró

Era el baño del piso superior. Cerro la puerta y, apoyado sobre ella, comenzó a controlar su respiración desbocada. Parecía que la poción no afectaba a las mujeres.

-Que culo tienes-escucho una voz detrás de él.

Asier se giro, y ante el estaba Manu, el hermano menor de Jessica, un jovencito rubio y menudo que, con los pantalones bajados hasta las rodillas, y sentado en la taza del váter, se masturbaba con la mirada fija en el cuerpo de su vecino.

-Joder- volvió a decir mientras su mano subía y bajaba de su polla- necesito follar contigo.

Asier reaccionó al momento y salió del baño, bajo las escalera corriendo y volvió al jardín trasero.

-¡Cariño-Se escucho gritar desde la cabaña de madera, en el jardín-¿ has sido tu?

La puerta se abrió y apareció el padre de Jessica, un hombre de carácter autoritario y mala leche, que nunca había tragado a Asier.

-¿Asier?-dijo, mientras lo agarraba y lo acercaba a la cabaña- ¿Qué haces aquí? ¿Cómo has entrado?

-Me ha llamado Jessica-dijo el tímido, sorprendentemente sin tartamudear.

El agarre férreo del vecino fue poco a poco perdiendo fuerza, transformándose casi en una caricia. Aun así, le llevo al interior de la cabaña y cerro la puerta. Asier estaba encerrado con un hombre de unos cincuenta años e incapaz de decirle nada.

-Siéntate-le ordeno, mientras se desnudaba totalmente, mostrando su cuerpo musculoso y su polla dura- Te has colado en mi casa sin mi permiso. Mereces un castigo.

Entonces comenzó a masturbarse, casi violentamente, a escaso centímetros de Asier. EL muchacho era incapaz de moverse. No sabia defenderse ante tal hombre, era mas fuerte que él, mas mayor. Con mas autoridad.

El hombre acabó corriéndose sobre Asier. Dos largas descargas de esperma golpearon el rostro y el pecho del chico, que se quedo aun mas paralizado.

-Ahora largo de mi casa-dijo el hombre.

Asier, como devuelto a la vida, salió de la cabaña como una exhalación. Fue al único lugar cercano donde se encontraría a salvo.