Follarás en las fiestas

Sus seguidores habían hecho un trabajo excelente. Habían cumplido sus expectativas trasmitiendo a muchas familias necesitadas de amor las enseñanzas de Pelayo. Ese mismo jueves, en la sabana, muchas nuevas familia sexeonistas comenzaban sus orgia típicas entre las habitaciones preparadas para ello en el edificio, llenándolo de gritos de placer y olor a sexo y sudor.

-Joder, qué buena es la polla de tu padre-decía un muchacho mientras botaba sobre el rabo de un hombre canoso.

-Si... si-lograba decir otro chaval mas joven mientras aguantaba como un campeón la polla de dos fornidos treintañeros- he estado follándome un par de veces todos los días esta semana pero... joder... tus hermanos... joder.

-Si- le contesta el primer joven, mientras comienza a besar al padre del segundo-les gusta mucho follar los dos a la vez.

Pelayo tenia una sorpresa para cuando, poco a poco, las orgias fueran acabando y se acercaran al alta. Sobre la plancha de metal de los mandamientos había uno nuevo: Follarás en las fiestas. En la puerta, Pelayo había dispuesto varios folletos con el nuevo calendario religioso, además de enviar correos al resto de sabanas del mundo. La idea era sencilla. El sexeonismo no era solo el sacrificio de los heteros en conectar con otros hombres a través del sexo, también era comunidad y, para que sobreviviera en el tiempo, también quería que fuera divertido, alegre.

El sumo amante sonrió al ver como sus seguidores, pobres almas abandonadas por sus antiguas creencias y salvadas por su mesías, él, cogían un folleto y le agradecían, algunos incluso con largos besos con lengua o con la nueva costumbre litúrgica de arrodillarse ante él y meterse su polla en la boca durante al menos un minuto. Estaba deseando de ver como sus seguidores disfrutaban de sus nuevas festividades religiosas.

Tenia reservado algo especial para el aniversario del día de la Epifanía. El día en que le cayó el primer sexeón a la cabeza. Pero había otras fiestas que podía promover entre sus seguidores.