Aun no ha acabado con el bedel

Aunque estaba rodeado de hombres en la oficina, el que no podía sacarse de la cabeza era el bedel de antes. Su cuerpo desnudo lleno de pelo. Su cara de enfado. Su olor a sudor. Era un verdadero macho, y necesitaba de nuevo verlo en todo su esplendor.

Dejando su escritorio, volvió al ascensor y, de nuevo en la planta baja. Allí busco a su objetivo, encontrándolo en uno de los almacenes de mantenimiento. Escondido tras la esquina, Roberto sabia que debía permanecer oculto pues, en el momento en que el bedel saliera de su campo de visión, todo el porno que viera en directo desaparecería. Podía verlo desnudo, y eso quería, pero ahora que controlaba el poder de sus gafas decidió hacerlo mas lento, mas erótico.

"desnúdate poco a poco para mi"-pensó-"Hazlo de manera sexy"

El hombre, que ordenaba cajas sin saber que estaba siendo espiado se dio la vuelta de improviso, y con una sonrisa picara en el rostro le dijo al pecador

-Mira quien esta aquí. ¿Acaso quieres verme desnudo?

y mientras decía eso, se levantaba poco a poco la camiseta, enseñando su velludo pecho

Roberto tragó saliva. Era tan real que escuchaba incluso lo que le decía. El bedel fue poco a poco quitándose la ropa mientras se contoneaba. Roberto, sin poder evitarlo, empezó a tocarse la entrepierna, durísima, por encima de su pantalón. Sabia que era peligroso por si alguien le encontraba, pero le daba igual. Cuando se desnudo del todo y le mostró de nuevo su polla erecta se sintió casi eyacular.

"Quiero que me enseñe mi cuerpo y me diga guarradas"-se fijo mentalmente Roberto.

Sin perder la sonrisa diabólica, el bedel empezó a pajear su polla, a acariciarse los pezones e incluso a inclinarse para mostrarle su peludo ojete. Mientras, le decía cosas como:

-¿Quieres follarme? Necesito que me folles. o

-Te gusta mi polla. Esta deseando esa boquita tuya. Claro que si. La necesitas.

Con el bedel tumbado sobre la mesa, con las piernas abiertas y pidiéndole que le estrenara su culo, Roberto sintió que le empujaban. Al quitarse las gafas, vio ante él al bedel, que con cara de verdadero asco le decía:

-¿Que coño haces aquí espiándome, puto maricón?

Luego, se marcho por el pasillo, pues ante todo el era solo un hombre de mantenimiento. Ese suceso le recordó a Roberto que debía de tener cuidado y que mientras veía lo que veía, algo distinto estaba sucediendo en realidad. Pero eso no le detuvo, si no que lo envalentonó mas. Se decidió a seguirlo.