A su casa

Tras la divertida e excitante anécdota del hípster desnudo, Roberto siguió su camino de retorno a su casa familiar. Nada le ocurrió digno de mención hasta llegar a la puerta de su casa. Antes de poner sus propias llaves para abrir, alguien lo hizo desde dentro. Roberto dio dos pasos hacia atrás, en shock. No porque no conociera a quien abría la puerta, que era su hermano Enric, si no por que este estaba totalmente desnudo, mas allá de llevar un balón de futbol en su regazo.

-Si que llegas hoy tarde- le dijo al momento, sin parecer que le importara nada su desnudez- El resto te han esperado para comer, pero yo me tengo que ir al partido. Nos vemos esta tarde.

Y dándole dos toques al hombro se marcho, no sin antes rozar su cuerpo desnudo con el del pecador.

Roberto, incapaz de decir nada, vio como el culo duro y prieto de su hermano se movía a cada paso que daba en dirección a su bicicleta. Su hermano no podía ser mas distinto a el. Era muy deportista, un par de años menos, y había estudiado ciencias del deporte, aunque su sueño era ser futbolista profesional. El motivo por el que fuera desnudo era algo incomprensible para Roberto. Aun así, fue hasta el ascensor y subió hasta el piso de su casa.

Lo que había visto debía de habérselo imaginado, pensaba el pecador. Demasiado porno, eso seguro. Al entrar en su casa la voz de su padre le llamó desde el balcón.

-Roberto, ¿Eres tu?-le preguntó- Te estamos esperando para comer.

El pecador se ajustó las gafas y fue al origen de la voz. Su padre, un hombre grande de mas de 50 miraba absorto el paisaje apoyado sobre la barandilla del balcón. Igual de deportista que Enric, Roberto siempre se había sentido alejado de su padre por no tener los mismos intereses, a pesar de ser el primogénito de la familia. Al ver su espalda ancha, el pecador sabia que su padre aun conservaba un cuerpo trabajado y fuerte. En ese momento, en menos de un parpadeo, la ropa de su padre desapareció, y al girarse a hablar con él, pudo ver al madurito totalmente desnudo.

-¿Te pasa algo hijo?-preguntó

Roberto era, ante todo, inteligente. Para comprobarlo, solo tuvo que quitarse las gafas un momento para poder ver, bueno ver con dificultad por que su visión sin gafas era pésima, al borrón de su padre vestido. Al volver las gafas a su sitió, su padre seguía ante él como antes, desnudo y con una expresión de confusión en el rostro.

-Roberto. ¿Estas bien?- volvió a repetir.

-Si, si. perdona-le contestó, mientras recorría con deseo el cuerpo velludo de ¿Su padre?- es solo que no he almorzado y creo que necesito comer ya.

-Pues entonces avisa a tu hermano, que esta en su habitación y yo preparo la mesa.

"Son las gafas"-dijo para si mismo el pecador. Algo ha sucedido cuando se me han caído que puedo ver a la gente desnuda.

Mientras pensaba en lo sucedido, sus pasos le llevaron a la habitación de Joan, su hermano pequeño. Dubitativo por si debía entrar y verle desnudo, en su cabeza surgieron imágenes oscuras y libidinosas del cuerpo blanco y lampiño de su hermano, que había heredado el aspecto irlandés de su madre, piel pálida y cabello rojo. No lo pensó más y entro.

En el suelo, Joan leía unos comics. Se incorporó al escuchar el sonido de la puerta. Para decepción de Roberto, sui hermano pequeño, que había cumplido los 18 ese mismo año, estaba vestido. Al pensar en ver el cuerpo desnudo de Joan, la ropa de este desapareció al momento, y el pecador pudo disfrutar de la visión del adolescente sin nada de ropa.

-La comida ya esta-dijo casi tartamudeando Roberto, con una erección que esperaba que no fuera evidente.

-Vale, vamos para allá-le contesto el pequeño Joan.

Al llegar a la mesa, ambos hombres, hijo y padre, se sentaron sin desnudos a comer. Roberto intentó dar algunos bocados, pero nada le entraba en la boca. La visión de las pollas de su familia era demasiado excitante. Lastimas que no pudiera verlas...

Como si cedieran a sus deseos, las pollas de su hermano Joan y de su padre empezaron a crecer de tamaño. No llegaron a estar del todo empalmadas, pero el pecador se pudo hacer una idea perfecta de como seria empalmadas. Por que...

¡NO! Y se detuvo al momento. Pensar en lo que quería ver era lo que activaba el extraño poder de las gafas. No debía usarlo con su familia. Era algo inmoral y horrible. ¿ O no lo era?

El deseo pudo con su moral. Roberto estaba totalmente corrompido. Ellos jamás lo sabrían por lo que tampoco podría sufrir consecuencias. Eso si, debía elegir a alguno de ellos para el día de hoy.