Sobre su padre

Desde que despertó la sexualidad en Roberto, a este le habían atraído los hombres mayores. EL mejor ejemplo de maduro que le ponía cachondo era su padre. Encontrarse ante el dilema de verlo desnudo y empalmado ante si le descubrió al pecador sus deseos incestuosos mas ocultos.

-Voy a echarme la siesta un rato en el sofá-les aviso a los dos hermanos su padre.

"Era el destino"-pensó Roberto- Su padre podía echarse perfectamente dos horas de siesta el fin de semana, por lo que tendría tiempo suficiente para poder disfrutar de la visión pornográfica de sus gafas. Tras dejarle tiempo a su padre para que se durmiera, se aproximo al cuerpo tumbado de su progenitor y deseo verlo desnudo y sexy. La visión, a menos de unos centímetros del cuerpo velludo, fuerte y excitante de su padre le invitó a tocarlo. Por suerte, Roberto sabia que todo eso era solo una ilusión, pero una ilusión muy real. Divertido, vio como a su padre le habían aparecido dos piercings en los pezones, algo que siempre le había puesto muy cachondo.

"Quiero verlo en acción"- se dijo a si mismo Roberto-"Quiero ver su polla empalmada y dura"

Los ojos del padre se abrieron de repente, lo que asusto al pecador. En cambio, aunque la expresión del maduro era poco amable no le recriminó nada, ni siquiera actuó como si no supiera que estaba desnudo. Se incorporó al sofá, con su polla dura y mirando al cielo y se le quedo mirando. Roberto degusto segundo a segundo el cuerpo de su padre. Cuando era joven había sido también muy deportista, por eso esa estrecha relación con su otro hermano.

"joder, mira que estas bueno cabronazo"-Pensó Roberto.

Si. Nunca había estado muy unido a su padre. Demasiado distintos. El actuaba sin pensarlo, con esa seguridad que tienen algunos hombres de saber que si tienen un error, alguien lo solucionara. Roberto en cambio siempre media todos sus actos al milímetro. Excepto lo que estaba sucediendo ahora mismo, claro.

-Ponme cachondo- se le escapo decir en voz baja, casi un susurro- Pídeme sexo como la puta que eres.

La expresión del maduro cambio al momento. Ya no era fría y distante, sino que apareció una sonrisa picara y unos ojos lujuriosos. Comenzó a tocarse el pecho, a pasar sus dedos por sus pezones y su panza, a acariciar su polla erecta.

-Fóllame hijo- dijo- Métemela por el culo. Reviéntamelo.

Recogiéndose las piernas, el padre de Roberto le mostraba su agujero velludo e intacto. El pecador tragó saliva. Lo que estaba viendo era perfecto pero, ¿Podría ser mejor?