¡Deliciosa fiesta!

Era una fiesta normal. Buena música, buena comida, y sobre todo, buena bebida. Pero no estabas allí por la fiesta en sí, sino por el… "evento" detrás.

Fuiste a una de las habitaciones detrás y te pusiste cómoda. Era un cuarto amplio, con una cama grande y limpia, de sábanas blancas. Olía suavemente a flores. Dejaste tus cosas en el armario y te cambiaste, dejando sólo un precioso conjunto de lencería cubriendo tu cuerpo.

Pronto alguien tocó la puerta. Las reglas eran sencillas: podías aceptar que cualquiera entrara y se acostara contigo, a como ambos quisieran, cuanto quisieran. Aunque, claro, no tenías intención de hacerlo más de una vez con la misma persona, para poder gozar tanto como fuese posible con tantos como fuese posible.