Ella empieza a quitarse la ropa

Mientras luchaba por controlar su creciente ansiedad, Laura miró a su alrededor, buscando alguna señal de que alguien pudiera estar observándola. El parque seguía lleno de vida, pero nadie parecía prestar atención a la escena que se desarrollaba en la banca. Los niños seguían jugando, la pareja de ancianos charlaba y el artista callejero continuaba con sus retratos.

Con la mente en un torbellino de pensamientos, Laura tomó una decisión. Si esto era una prueba de confianza, tal vez lo mejor era seguir las instrucciones y ver qué sucedía. Con manos temblorosas, comenzó a desabrochar los botones de su camisa, sintiendo la mirada del dron sobre ella.

Laura, con el corazón palpitando aceleradamente, comenzó a despojarse de su ropa, sintiendo la mirada invisible del dron sobre su cuerpo. Primero, deslizó los tirantes de su camiseta por los hombros, dejando al descubierto sus brazos y la parte superior de su pecho. La tela cayó suavemente sobre su regazo, y ella la dobló cuidadosamente antes de depositarla en la bolsa.

A continuación, se inclinó para desabrochar los botones de su jean. Sus dedos temblorosos luchaban contra la presión de la tela ajustada, pero finalmente logró liberar los botones y deslizar el pantalón por sus piernas, revelando sus pantis de color carne. Con un movimiento rápido, se quitó también las pantis, sintiendo el aire fresco en su piel desnuda. Dobló ambas prendas con cuidado y las colocó en la bolsa, tratando de mantener la calma.

Sus pies ahora estaban descalzos, y las zapatillas deportivas yacían a un lado de la banca. Laura se inclinó para recogerlas, notando cómo el dron se movía ligeramente para mantenerla en el centro de su lente. Desató los cordones y deslizó los pies fuera de las zapatillas, sintiendo la textura áspera del suelo del parque bajo sus plantas. Dobló las zapatillas y las medias, asegurándose de que quedaran apiladas ordenadamente en la bolsa.

Ahora solo le quedaba la ropa interior. Con un suspiro, deslizó las correas de su sostén por los hombros, liberando sus senos. La prenda cayó sobre su regazo, y ella la dobló con cuidado, sintiendo la suave tela contra su piel. Luego, se quitó la última pieza de ropa, sus braguitas, y las dobló también, sintiendo una extraña mezcla de vergüenza y determinación.

Mientras guardaba su ropa interior en la bolsa, Laura se dio cuenta de que ahora estaba completamente desnuda, expuesta a la mirada del dron y, potencialmente, a cualquier persona que pudiera estar observando. El sol cálido acariciaba su piel, y un suave viento hizo que se estremeciera ligeramente.

Laura se encontraba en un estado de conciencia extrema, cada sentido alerta a las sensaciones que la rodeaban. La textura de la madera de la banca bajo su cuerpo desnudo era áspera y ligeramente fría, un contraste con el calor del sol en su piel. Cada poro de su cuerpo parecía estar consciente de la brisa que soplaba, haciendo que su piel se erizara y sus pezones se endurecieran.

Sus pies descalzos, acostumbrados al acolchado de las zapatillas, ahora sentían la textura rugosa del suelo del parque. Las pequeñas piedras, la tierra húmeda y las hojas secas se pegaban a la planta de sus pies, proporcionando una sensación táctil que era a la vez extraña y estimulante. Cada paso que había dado en su vida había estado protegido por algún tipo de calzado, y ahora se sentía expuesta y ****, conectada con la tierra de una manera nueva e intensa.

El viento jugaba con su cabello, haciendo que las hebras se enredaran en su rostro y cuello, provocando un cosquilleo en su piel. Cada ráfaga era como una caricia inesperada, recorriendo su cuerpo desnudo y haciendo que se estremeciera. La sensación de estar expuesta a los elementos, sin la protección de la ropa, era al mismo tiempo aterradora y liberadora.

Mientras permanecía sentada en la banca, Laura se dio cuenta de que su cuerpo estaba reaccionando a la situación de maneras inesperadas. Sus pechos se levantaban y caían con cada respiración, y su corazón latía con fuerza, enviando oleadas de sangre caliente a través de sus venas. Sus mejillas ardían, no solo por la vergüenza, sino también por la excitación de estar desnuda en un lugar público, incluso si nadie más lo sabía.

La mezcla de emociones era abrumadora: miedo, curiosidad, vergüenza y un extraño sentido de poder. Era como si su cuerpo estuviera reclamando su espacio en el mundo, exigiendo ser visto y sentido, incluso en medio de la incertidumbre y el posible peligro.

Laura, aún sentada en la banca, dirigió su mirada al entorno que la rodeaba, buscando cualquier señal de que alguien pudiera estar al tanto de su desnudez. El parque, con su vibrante vida, parecía continuar sin percatarse de la dramática situación que ella estaba viviendo.

Los niños seguían jugando, sus risas y gritos llenaban el aire. Habían formado equipos y ahora corrían de un lado a otro, persiguiéndose entre los árboles y las bancas. Sus rostros estaban llenos de alegría y diversión, ajenos a los problemas de los adultos. Laura se preguntó si alguna vez ellos también sentirían la vergüenza y la exposición que ella estaba experimentando en ese momento.

La pareja de ancianos, sentados en un banco cercano, seguían conversando animadamente. La mujer reía con una sonrisa cálida, mostrando una dentadura imperfecta pero encantadora. El hombre, con su gorra de béisbol y una camisa a cuadros, gesticulaba con entusiasmo, contando lo que parecía ser una historia divertida. Sus arrugas se acentuaban cuando reía, revelando una vida llena de experiencias y risas compartidas.

El artista callejero, con su caballete y su paleta de colores, estaba concentrado en su última creación. Su pincel bailaba sobre el lienzo, dando vida a un paisaje urbano lleno de detalles. Los transeúntes se detenían a observar su trabajo, algunos incluso dejaban una moneda en el sombrero que yacía a sus pies. Laura se preguntó si el artista alguna vez había sentido la misma exposición que ella, al exponer su arte al juicio público.

Más allá del parque, la ciudad continuaba su rutina diaria. Los coches circulaban por la calle adyacente, creando un constante zumbido de fondo. Las ventanas de los edificios cercanos reflejaban el sol, creando destellos de luz que bailaban en el cielo. Las nubes, blancas y esponjosas, parecían estar pintadas en el cielo azul, proporcionando un telón de fondo perfecto para esta extraña situación.