El dron comienza a alejarse de ella

El dron, como si hubiera estado esperando su momento, comenzó a elevarse lentamente desde la banca. Laura, con los ojos abiertos de par en par, observó cómo la pequeña máquina voladora se alejaba de ella, llevando consigo su ropa, su teléfono y sus llaves. Un pánico repentino se apoderó de su cuerpo, como si fuera una presa que acaba de darse cuenta de la presencia de un depredador.

La idea de seguir al dron era aterradora, pero la alternativa era quedarse desnuda en el parque, sin forma de comunicarse o regresar a casa. Con las manos temblorosas, se levantó de la banca, sintiendo la mirada curiosa de los niños que jugaban cerca. El dron se movía con gracia, como si estuviera bailando en el aire, dirigiéndose hacia el otro extremo del parque.

Laura comenzó a caminar, tratando de seguir el ritmo del dron sin llamar demasiado la atención. Cada paso era una tortura, sintiendo la exposición total de su cuerpo desnudo. El viento soplaba con más fuerza ahora, haciendo que su cabello volara y su piel se erizara. Los ojos de los transeúntes parecían clavarse en ella, o al menos eso imaginaba en su estado de pánico.

El dron se detuvo frente a un seto alto, y Laura se dio cuenta de que tenía que cruzar un camino abierto para llegar hasta allí. El pánico se intensificó, su corazón latía con tal fuerza que parecía que iba a salir de su pecho. ¿Cómo podía pasar por ese camino sin ser vista por los coches que circulaban?

Con la respiración entrecortada, Laura se agachó y comenzó a correr, usando el seto como cobertura. El dron parecía burlarse de ella, flotando a una altura que la obligaba a exponerse. Cada paso era una lucha entre su deseo de recuperar sus pertenencias y el terror de ser descubierta.

Cuando finalmente llegó al otro lado, el dron se elevó nuevamente, dirigiéndose hacia un grupo de árboles. Laura, ahora en un estado de desesperación, siguió corriendo, sintiendo la tierra suave bajo sus pies y las ramas arañando su piel. El pánico se había convertido en una fuerza impulsora, haciendo que sus músculos se tensaran y su mente se enfocara en una sola cosa: recuperar lo que era suyo.

Laura sentía cada centímetro de su cuerpo desnudo, cada célula consciente de su exposición al mundo exterior. El sudor comenzaba a formarse en su frente, deslizándose por su rostro y cuello, una respuesta física a la intensa situación que estaba viviendo. Cada gota de sudor era como un recordatorio de su vulnerabilidad, de la urgencia de su misión.

Sus pechos, libres de cualquier restricción, se movían con cada paso, la sensación de libertad mezclada con la vergüenza de ser observada. Sus pezones, endurecidos por el viento y la excitación, eran como dos puntos sensibles que la hacían consciente de su desnudez. La suave brisa que acariciaba su piel ahora parecía más intensa, haciendo que cada poro se erizara.

A medida que corría, sus piernas desnudas se frotaban entre sí, creando una sensación cálida y húmeda. El sudor se acumulaba en sus muslos, haciendo que sus movimientos fueran más resbaladizos y urgentes. Sus pies, acostumbrados al suelo suave de las zapatillas, ahora sentían cada piedra y bache, proporcionando una conexión cruda con la tierra.

La capa de sudor en su cuerpo era como un velo húmedo, una prueba física de su lucha interna. Cada gota era un testimonio de su miedo, su determinación y su resistencia. Mientras el dron continuaba guiándola a través del parque, Laura se dio cuenta de que su cuerpo estaba respondiendo de maneras que nunca había experimentado, una mezcla de sensaciones físicas y emocionales que la hacían sentir viva y aterrada al mismo tiempo.

El sudor se había convertido en un compañero constante, un recordatorio físico de que estaba al límite, empujando los límites de su propia resistencia y vergüenza. En medio de la carrera, Laura se dio cuenta de que esta experiencia la estaba cambiando, dejando una marca indeleble en su memoria y en su percepción de sí misma.