Usar su poder sobre su familia es demasiado raro, mejor dar una vuelta por el vecindario

-Esto no esta bien-se dijo a si mismo Roberto- He de salir de aquí.

Sin dar mas explicaciones, el pecador salió de la casa apresuradamente. Se había excitado viendo a su familia desnuda, pero eso era... muy raro. Tenia que huir de allí de inmediato. Al salir al rellano de su piso, don hombres estaban esperando a la llegada del ascensor. Eran dos de sus vecinos, hijos de la anciana mujer enfrente de la casa de Roberto que, aunque ya no vivían allí al tener el mayor mas de 30 años, la visitaban de vez en cuando. Al verlos, Roberto recordó que durante su adolescencia, ambos hermanos fueron sus mitos sexuales. Ese recuerdo hizo desnudar a sus dos vecinos, que no solo le sonrieron si no que con sus pollas algo mas grandes, le dijeron:

-Hola Roberto, ¿Quieres follar con nosotros dos a la vez?

y mientras, el hermano mayor acariciaba la polla de su hermano pequeño.

Asustado de nuevo, Roberto bajo los peldaños de las escaleras de dos en dos. Ya en la calle, se dirigió a la estación de metro. Quería poner la máxima distancia entre la gente conocida y los hombres desnudos que podía ver. En el metro, y mas relajado, se obligo a controlar su nuevo poder como había pasado en su casa. Se fijo en los usuarios del metro y los imagino vestidos. Uno de ellos le llamo la atención. Era un joven asiático que escuchaba música mientras curioseaba por su móvil. Se lo imagino desnudo y este apareció sin nada de ropa ante el. Luego quiso ver su polla en todo su esplendor y esta creció de tamaño como si alguien hubiera pajeado al delgadito y lampiño joven.

Cuando el metro llegó a la ultima parada, Roberto era capaz de decidir perfectamente a quien desnudar y a quien no. Cuando salió de los subterráneos del metro y anduvo un poco, se encontró un paisaje bien diferente a su barrio. Era una área residencial de casas bajas, con jardín y barbacoa. El típico sueño de oficinista de los 60s. El primer hombre al que vio, un cuarentón con barba, gafas de sol y gorra, le saludo con la cabeza. Seria seguramente el típico padre de familia, que daba un paseo para evadirse de los quehaceres de la vida. Al momento lo desnudo y disfruto de su cuerpo que, aunque no era del todo trabajado, bien se merecía mas de un vistazo.

Excitado de nuevo, y sin remordimientos, Roberto tomo una decisión. Deseo que todos los hombres del barrio estuvieran desnudos y comenzó a caminar. Era un día soleado, y ante el, los habitantes del vecindario lucían su piel desnuda si importar nada. Paseando, pudo saludar con un ademan a un padre joven que, con tranquilidad, cortaba el césped de su delantero mientras su polla se bamboleaba con cada paso.

A su lado, un joven que apenas había superado la mayoría de edad le adelanto en bicicleta. Seria uno de los hijos adolescente del barrio. Sus gafas le desnudaron de inmediato menos la gorra, que la llevaba hacia atrás y le daba un aspecto incluso mas sexy cuando se paro a hablar con una mujer, posiblemente, un familiar. Su cuerpo blanco y su pelo pelirrojo le recordó a su hermano pequeño, por lo que siguió caminando.

Mas adelante, había una casa en restauración. Los obreros, desnudos a los ojos de Roberto, arreglaban el techo y el interior de la construcción. Aunque fueran desnudos (Y Roberto pudo ver sus cuerpos musculados, sus tatuajes e, incluso uno de ellos, sus piercings en los pezones) aun llevaban puestos sus cascos de protección y algunos, sus chalecos, viéndose mas sexys todavía.

El pelirrojo ciclista volvió a pasar a su lado para, unos metros mas adelante, girar hasta una bonita y coqueta casa de color azul. Roberto se acerco disimuladamente y pudo ver que, en el patio exterior, un hombre de unos cincuenta, de barba rojiza, cabeza rapada y pinta de macho, asaba carne en una barbacoa mientras se fumaba un puro. Debía ser el padre del chico, y estaba casi mas bueno que el joven.

Con los huevos a punto de reventar y la polla doliéndole por la excitación, Roberto supo que quería mas. Necesitaba ver en acción a los hombres de ese barrio. Cuando iba a pensar en que dedicarle su tiempo, un alboroto mas adelante hizo que se acercara. Un gran cartel en un poste indicaba que en esa casa, que por cierto parecía una mansión de lo grande que era, se celebraba la fiesta de una boda.

En la mente retorcida de Roberto surgieron cientos de ideas.