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Chapter 3 by Andres23marquez Andres23marquez

Que deseo pide María?

Un deseo Feminista...

—Entonces... Deseo un mundo donde solo existan mujeres. Donde los hombres ya no sean tan necesarios. Que desaparezcan todos y solo sirvan para sexo.

Daniel la miró, confundido.

—Espera... ¿qué?

Juan frunció el ceño, pero aún bromeando.

—¿Estás hablando en serio?

Milena, que había surgido envuelta en humo azul, hizo una reverencia.

—Deseo aceptado.

Un estallido de energía recorrió el apartamento. Una onda mágica los golpeó como una ola caliente y húmeda. Juan y Daniel comenzaron a temblar.

—Oh... oh wow… —balbuceó Daniel, mirando sus manos encogerse, su piel tornarse más suave, más sensible.

—Esto... esto se siente demasiado bien —gimió Juan, cayendo de rodillas con una sonrisa idiota en el rostro, los ojos medio cerrados de placer.

Ambos comenzaron a encogerse lentamente, sus cuerpos vibrando con cada contracción. La ropa se deshacía en chispas doradas mientras la carne se retorcía y se moldeaba. El cambio no era violento, sino deliciosamente intenso.

—Dani… no sé qué está pasando, pero… ¡ahh…! —exclamó Juan, jadeando, su voz derritiéndose en un gemido profundo—. Esto... me está... encantando.

Daniel estaba sobre la alfombra, su cuerpo reducido a la mitad, ya sin extremidades, su rostro curvado en éxtasis.

—M-María… me voy a correr… ¡me voy a...!

Los dos se estremecieron al mismo tiempo, sus rostros llenos de una mezcla de sorpresa, placer y rendición. Eyacularon en sincronía justo antes de que sus formas humanas desaparecieran por completo.

Donde antes estuvieron, ahora solo quedaban dos penes: uno ligeramente curvado hacia la izquierda con un glande rosado y liso; el otro, más ancho, con venas marcadas y una base más oscura. Inmóviles. Inertes. Pero todavía con una extraña aura de conciencia… y placer recién vivido.

Milena flotaba a unos metros, admirando el resultado con orgullo.

—Transformación completa. Están vivos, conscientes… e irremediablemente convertidos.

María se inclinó para observarlos.

—Qué bellos quedaron. Diría que hasta más expresivos que antes.

Tomó uno entre los dedos y lo alzó.

— Juan, gracias por la lámpara.

Juan, que ahora era un miembro masculino, no pudo responder, solo moverse ligeramente.

María se rió, su sonrisa luminosa iluminando la habitación.

—Vaya, Juan. Ni siquiera puedes protestar por tu propia desaparición.

Ella se acercó a Daniel, que ya se movía con la ansiedad que le era propia.

—Y tú, mi dulce Dani. Ahora que ya no tienes que preocuparte, puedo mostrarte un placer que seguramente desconoces.

Con cuidado, ella tomó a Daniel en su dulce abrazo. Su calor era reconfortante y extraño a la vez.

María se acomodó en el sofá con una naturalidad casi obscena, cruzando las piernas lentamente mientras sostenía uno de los dos penes entre los dedos, analizándolo como si fuese una reliquia de museo.

—Debo decirlo… jamás imaginé que terminarían así. Aunque ahora que los veo, sí que les queda —dijo, riendo para sí.

Milena flotaba cerca, sentada en el aire.

—¿Desea algo más, Ama María? ¿Una vitrina para exhibirlos? ¿Un altar de adoración? ¿Un estuche de terciopelo?

—Hmm… no lo sé aún —respondió María, acariciando lentamente el tronco de Juan (al menos, lo que ella suponía que era Juan)—. Quiero disfrutarlos un poco primero. Aún están calientes… y se sienten tan vivos.

De hecho, ambos penes vibraban muy levemente. Nada escandaloso, solo un pequeño temblor constante, como si sus nervios aún intentaran procesar lo que había sucedido. La piel seguía tersa, húmeda, y cada tanto, un sutil pulso recorría sus venas. Estaban atrapados en un estado de excitación perpetua. Conscientes. Sentientes. Silenciosos.

—¿Pueden sentirme? —susurró María, dejando que su aliento tibio tocara la punta de uno de ellos.

Ambos reaccionaron con un pequeño estremecimiento.

—¡Perfecto! —soltó una carcajada ligera—. Entonces supongo que podemos jugar un rato. ¿Verdad, mis adorables chicos?

Los colocó sobre la mesa, uno junto al otro, y se sentó frente a ellos.

—Es gracioso —dijo mientras se desabotonaba lentamente la blusa—, ustedes pasaron toda la vida queriendo saber qué pensábamos las mujeres… y ahora, literalmente, lo único que pueden hacer… es escuchar y servir. Esto va a ser muy divertido.

Que sigue?

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