El publico aumenta

Mientras el escenario cobraba vida con equipos y luces, el área de eventos se llenó de un público curioso, muchos de ellos familias con niños pequeños, atraídos por la promesa de un espectáculo inminente. Las gradas, antes parcialmente ocupadas, ahora estaban llenas de risas, conversaciones y la curiosidad inocente de los niños.

Laura, escondida debajo de las gradas, sintió un nuevo nivel de pánico. Los niños, con su curiosidad natural, estaban sentados justo encima de ella, sus voces alegres y sus risas llenando el aire. ¿Y si uno de ellos se asomaba por el espacio entre los escalones y la descubría? La idea la hacía temblar de miedo.

Melisa, sentada en uno de los escalones, observaba la escena con diversión. "Vaya, Laura, parece que tendrás una audiencia aún más grande. ¿No es emocionante?", dijo, su voz llena de burla.

Laura, con su cuerpo pegado al suelo frío, miró hacia arriba, sus ojos llenos de miedo. "Por favor, Melisa, no hagas esto. Hay niños aquí. No es justo", suplicó, su voz quebrándose.

Pero Melisa, imperturbable, se inclinó hacia adelante, su rostro cerca del de Laura. "Oh, Laura, esto es solo el comienzo. La diversión está por empezar. Y créeme, los niños disfrutarán del espectáculo tanto como los adultos", susurró, su sonrisa ahora más amplia, revelando una diversión perversa.

Laura, escondida debajo de las gradas, escuchó las voces de los niños y sus padres, una mezcla de curiosidad y anticipación. Los padres hablaban entre ellos, comentando sobre el evento que estaba a punto de comenzar, mientras los niños, impacientes, preguntaban cuándo empezaría el espectáculo.

"Mamá, ¿cuándo van a cantar? Quiero ver a los músicos", dijo un niño pequeño, su voz llena de entusiasmo.

"Pronto, cariño. Los técnicos están preparando todo. Mira, ya están probando los micrófonos", respondió la madre, señalando hacia el escenario.

Laura, con su corazón latiendo con fuerza, se imaginó a sí misma en el escenario, su cuerpo desnudo expuesto a la mirada curiosa de los niños y sus padres. La idea la hacía sentir una mezcla de vergüenza y terror. ¿Cómo reaccionarían? ¿Se reirían? ¿La señalarían con dedos acusadores?

"Papá, ¿por qué esa chica está debajo de las gradas? ¿Está jugando a las escondidas?", preguntó otro niño, su voz curiosa.

Laura contuvo la respiración, su cuerpo inmóvil, mientras los padres se reían y respondían: "Oh, cariño, no es una chica. Debe ser un técnico o algo así. Están preparando todo para el espectáculo".

La risa de los niños resonó en su mente, una cruel burla a su situación. ¿Y si uno de ellos se asomaba por debajo de las gradas? ¿Y si la descubrían? El pánico se apoderó de ella, sus pensamientos corriendo en círculos mientras el escenario se preparaba para su humillación pública.