Lo ignoras

Tu esposo sabía a qué ibas. Le encanta que folles con otros y te traten como la puta que eres. Ya le contarás todo cuando llegues a casa.

Vuelve a sonar otro mensaje. Luego otro. Luego una llamada.

—Es mi marido —le dices a los hombres —. No sabe que vine aquí —mientes —, pero no se preocupen, ustedes denme lo más duro que puedan.

En efecto, los hombre aumentaron su fuerza y velocidad, empujando sus trancas hasta lo profundo de tu vagina y tu ano, haciéndote gritar del placer. Era un sandwich delicioso.

El tono de llamada suena de nuevo.

—¡Entre más insista, más duro cójanme! —gemiste, rogándole a los hombres por más verga.

El teléfono suena cada tanto y los hombres te obedecen, follándote más y más duro.

La mente se te nubla más y más. Te imaginas a tu esposo pajeándose furiosamente, preguntándose con cuántos estará cogiendo su esposa. Te imaginas cómo se corre justo cuando tú misma te corres.

Las embestidas de los hombres incrementan, y el éxtasis te llena. Estallas en placer, hundiendo la cara contra el hombro del hombre al que montas. Te pierdes por un largo rato en el orgasmo, amplificado por el continuo bombeo de ambos. Tardas un momento en regresar en ti, y para entonces ellos también han terminado.

Se salen de ti y le quitas sendos condones. Soltaron una muy buena cantidad de semen. Los dejas en la mesita, con el resto de los condones, mientras ellos salen.

El celular suena una última vez, y ni lo revisas. Luego silencio. Él debe haberse pajeado delicioso con tal fantasía.

Te muertes el labio y abres las piernas para darle la bienvenida al siguiente.

¿Con cuántos más cogerás? Quién sabe. Pero tú (y tu esposo) sabes que lo disfrutarás al máximo.