La nueva vida de Roberto

Habían pasado unas semanas desde que Roberto obtuvo sus mágicas gafas y de la sorpresa y el asombro del principio pronto paso a un acto normal en su vida. Si iba a tomar un café y le parecía que el camarero estaba bastante bueno, pues lo desnudaba en un momento y, si parecía tener buena polla, se la empalmaba también.

Ir al supermercado, por ejemplo, podía ser un acto tedioso o un lugar en el que encontrar a nuevos hombres a los que desnudar con tus gafas, como a ese padre de familia en el pasillo de los lácteos.

Pero lo interesante de las gafas no era solo poder ver hombres desnudos, si no manejar esos "hologramas" como le había gustado a Roberto llamarlos, según su antojo. A algunos, sobre todo a los amantes del gimnasio, no solo los desnudaba si no que le pedía mentalmente a sus hologramas que posaran para él, mostrándole sus músculos definidos y, claramente, sus pollas duras.

Pero a veces, cuando salía, no se conformaba solo con eso. A veces necesitaba ver una escena porno mas picante. Esa necesidad podía venirle en cualquier momento. Una tarde que fue a un centro comercial a comprase un par de pantalones, vio a cuatro hombres, amigos entre si y bastante guapos, que habían ido a la tienda con el mismo objetivo. Desnudarles y hacerles follar entre ellos era la diversión perfecta mientras buscaba la ropa que necesitaba entre las estanterías.

Aunque lo que más le gustaba era el "sexo con los hologramas" Aunque disfrutaba mucho más viendo su "porno en directo" a veces también le gustaba ser el protagonista. Eso si, siempre tenia que sentir "una conexión especial" con la persona con la que fuera hacer el acto. No era amor ni nada similar, era mas cercano al "joder, me gustaría que el hermano pequeño de mi amigo me hiciera una mamada aquí, mientras estamos viendo la tele" Y disfrutar del acto sabiendo que para ti es real, pero no para el resto.

Un día, sin saber Roberto muy bien por que, empezó a sentir que su "porno con hologramas" no le llenaba del todo. Sabia que no era real lo que sentía mediante sus gafas, pero como la sensaciones eran las mismas, no le había dado importancia. Aun así, supo que debía dar el paso y entrar en el sexo de verdad con personas de verdad. Eso si, no perdería su virginidad real a los 26 años pareciendo un estúpido. Antes usaría sus hologramas para tener suficientemente experiencia en su mundo ficticio como para que en el real pudiera ser un perfecto follador. Para que fuera mas real, recreaba con sus gafas el encuentro sexual en la cama de su cuarto. De esta manera se folló a decenas de hombres que se cruzaban en su camino: Un repartidor de comida a domicilio. El padre joven del parque infantil. El actor de esa serie de fantasía. El chico tatuado del metro...

Cuando se vio preparado, Roberto se creo un perfil en una app de citas y, en menos de tres días, ya tenia varios hombres interesados en tener sexo con él. Escogió un tipo grande y sexy como su primer sexo real y demostró que su idea de experimentar con los hologramas había sido excelente. El sexo fue brutal, y aunque las sensaciones que sentía eran las mismas, saber que en la vida real también podía conseguirlo aumento considerablemente la autoestima de Roberto.

El pecador, superando todos sus miedos y timidez, salió del armario ante su ambiente, y alterno el sexo real con su porno en directo pues, ¿Quién podía dejar de disfrutar de un buen polvo entre un camarero y el joven de una primera cita mientras cenas con tu pareja en un restaurante?