Harleey Queen, La Payasa criminal.

En ese momento, una imagen de tintes rojos y oscuros apareció en su mente. Harleey Queen. Esa payasa criminal que había empezado su carrera siendo la mano derecha del Joker. Una mujer cuyos atributos siempre estaban cubiertos por ese apretado traje de cuero que asimilaba la vestimenta de un arlequín. Recientemente, tras el encierro de Joker en la prisión de Arkham, ella había quedado sola en su guarida. por supuesto, nadie trataba de acercársele, ya que, así como su belleza y erotismo, eran conocidos entre los matones de villanos, tal cual era su locura, contagiada por el príncipe payaso del crimen.

Por supuesto, nunca habia sido expuesta a unas feromonas como las que Dallard poseía, por lo que el hombre empezó a tramar su plan. Su primera mujer sería aquella loca de grandes tetas y pelo de coletas. Tener a Harley tendría muchas ventajas para Joseph, tendría bajo su control a una villana reconocida y podría empezar a hacer nexos con otras villanas, así aumentando su poder. Saco su celular y marco un número de un hombre que le debía un favor, preguntando la ubicación de la payasa...

Al día siguiente, Joseph Dallard había llegado al escondite de la payasa. Unas ruinas de una casa, sucias, mohosas y en un barrio pronto a demoler por industrias Wayne. Según tu contacto, Harley Queen aguardaba en esa casa, esperando a la llegada del Joker. El criminal entro lentamente a la casa, con sus pies haciendo rechinar la vieja madera, víctima de los años. Se sentía un ambiente frío, casi fantasmal.

-¿quién osa a entrar en mi territorio?-

Aquella frase, tan cliché que no debió de haber requerido mucha inteligencia, fue pronunciada por la mismísima payasa del crimen. Se encontraba ante el, vistiendo su traje de cuero bicolor, que resaltaba por sus tonos rojos y negros. Dallard sintió su verga palpitar mientras sus ojos recorrían la figura de la payasa. Harley notó aquella mirada tan asquerosa del hombre, y levanto su enorme martillo en señal de protesta.

-¿quién te crees que er-

En ese momento, las Feromonas de Joseph empezaron a hacer efecto. Harley empezó a sentir un rango de emociones diferente, y sus piernas temblaron, tirándola al piso, sosteniéndose únicamente con su gran martillo. Dallard mira sorprendido como la payasa bandida estaba ante sus pies...ante su propio poder.