Gritas y tratas de liberarte

Tratas de putear, tratas de gritar, pero la bola metida en tu boca hace que apenas se escuchen gruñidos enojados. Alguna que otra puteada se entiende igual, pero de poco sirve. Mueves manos y pies para todos lados, pero zafar de las ataduras parece imposible. Para peor, lo único que lograste es que se ciñan más las sogas y te marquen y duelan en las muñecas, los tobillos y el torso{if@ soy_hombre=false}, justo debajo de las tetas{endif}, por donde esa soga te tiene firme todo el cuerpo al respaldo de la silla.

El morocho simplemente se ríe.

"Jajaja, así me gusta, tener que domar a las putas. Si se someten fácil se puede poner aburrido. En cambio si dan pelea así, en el momento en que se rinden da mucha satisfacción. Jajajajaja"

La última risa es una carcajada que resuena en todos lados.

"Esto es lo que les va a pasar a ustedes dos..." continúa diciendo el morocho... "ahora tú, perrita, vas a ver lo puta que vas a ser. Y él, que te tiene que proteger, no va a poder hacer nada para evitarlo. Es más, va a verlo suceder, jajaj. Y tú, machito que de macho no tienes nada, también te vas a convertir en una puta, jajaja".