Examinas la estatua más de cerca

Al no ver a nadie salvo a esta hermosa estatua, achacas el grito de auxilio a tu imaginación. Seguramente el ruido sería el cantar de algún pájaro. Muchos cuervos sobrevuelan esta decrépita mansión, lo más probable es que alguno de ellos fuera el responsable.

Pero al posar tu mirada en la estatua por segunda vez sientes que hay algo peculiar en ella. Apuntas con tu linterna a su cuerpo. Es una escultura realmente detallada con cada músculo de su cuerpo realisticamente plasmado. Está con la boca entreabierta y con los brazos ligeramente levantados, como si le hubieran tomado una instantánea justo cuando se sorprendía de algo.

Te preguntas quién debió ser el modelo. Con esos abdominales tan marcados debe tratarse de algún deportista. Por desgracia no hay ninguna placa que lo indique, de hecho esta estatua no tiene ni pedestal, los pies descalzos de la estatua pisando la hierba húmeda como si nada.

Te propones buscar de qué atleta se trata en internet cuando vuelvas a casa, así que sacas tu teléfono móvil del bolsillo y le haces una foto de cuerpo completo.

“A... Ah...” Escuchas otra vez esos pájaros, ¡qué pesados!

Te percatas de que no solo la estatua es muy detallada sino que su superficie está pintada de un color que la hace parecer piel de verdad. Sus labios carnosos, la punta de su pene e incluso los mofletes de su cara avergonzada tienen un ligero tinte rojo. Su culazo se ve grande y respingón.

Lo que no puedes dejar de mirar es su polla. Cuelga bastante larga. Es impresionante para estar flácida. Le haces una foto a ese largo falo de cerca solo por hacer la gracia...

...Y al hacerlo te das cuenta de algo. El pene de la estatua se mueve ligeramente.

Pellizcas los pezones de la estatua y tu suposición es cierta: esta “estatua” es blanda al tacto. Más que una estatua es una especie de muñeco. Por mucho que estrujas los gigantes cachetes de su jugoso trasero no sabes deducir de qué material está hecho pero si no estuviera totalmente quieto y sin respirar dirías que casi parece una persona de verdad pretendiendo ser una estatua lo quiera o no.

“A... Ahh... Ayu... Ayuda...”

Ignoras ese feo cantar de los cuervos y agarras la polla del muñeco. La doblas un poco para examinarla de todos los ángulos y si, definitivamente es una polla flácida muy realista. Hasta te hace sentir algo incómodo el manosearla tanto.

Sueltas el pene del muñeco y, extrañamente, se queda algo levantado en el aire. Pareciera que le has dejado con una erección. Sueltas una pequeña carcajada con este obsceno espectáculo.

“Ah... Ah... Ayúdame...”

Definitivamente oyes eso y apuntas la linterna a la cara del muñeco. Sigue completamente congelada en su mueca de sorpresa y ligera vergüenza y por mucho que esperas no vuelves a oír nada. ¿Están sus mofletes más rojos que antes? No, debes haberlo imaginado.