En el té del profesor de yoga

En una de las salas está a punto de comenzar una clase de yoga. Entre los asistentes hay de todo tipo de perfiles: hombres, mujeres, mejor o peor en forma...

Aunque sin duda, el mas sano parece ser el profesor, un hombre cercano a los cuarenta que sonríe a todos con sinceridad.

-Comencemos tomando asiento- dice con calma, y pide a los demás con cierren los ojos.

En ese momento, Alberto da dos golpecitos a su bote de especias sobre el tazón de té que está al lado del profesor y vuelve furtivamente a su esterilla.

Los primero seis minutos son agónicos para Alberto, pues el condenado profesor solo habla sobre espiritualidad mientras no ¡NO SE BEBE EL PUTO TÉ! pero al final, la espera siempre tiene recompensa.

-Ahora, antes de empezar con la clase, permitidme un trago de té- y ríe como si la frase fuera un chiste.

Alberto también sonríe.

Comienza la clase, con una primera postura sencilla, pero el gourmet se fija en que el centrado profesor parece encontrarse en otro lugar, y después de otros platos, sabe por que.

-Profesor, perdone- le dice- puede ayudarme con esta postura.

El hombre asiente en silencio. Es mas que evidente el bulto de su pantalón. Al llegar al lado de Alberto, se coloca a su lado, intentando corregirle los movimientos, pero claro, no puede evitar rozar su miembro contra el influencer.

De repente, en un acto impulsivo y poco profesional, el profesor baja de un tirón los pantalones de Alberto y, en medio de la clase, comienza a comerle el culo.

Aunque en un primer momento fue algo casi animal, en unos segundos le volvió la calma, y la comida de ojete fue mas relajada, pero no por ello menos placentera para Alberto.

Cuando los otros asistentes se percataron, empezaron a marcharse airados, pero eso no corta las ganas de follar del profesor, que con parsimonia desnudo a Alberto, y fue usando su lengua para excitar distintos puntos, un pezón, una axila, detrás de las orejas, bajo un testículo... todo era sutil pero poderoso. Tanto, que Alberto solo pudo exclamar, tras 10 minutos de preliminares.

-¡Fóllame por favor!- rogo -¡ fóllame ya!

La siguiente sesión de sexo, de no menos de una hora, fue para el pecador una visita al paraíso. Cuando acabó, después de correrse dos veces y con el pecho lleno de esperma del profesor, solo pudo tumbarse en la esterilla y suspirar.

-Ha sido una experiencia inolvidable. Si no tuviera que seguir con elaboración el menú consideraría convertirme al veganismo.