Ella corre del lugar

Laura, con su cuerpo tembloroso y su dignidad en ruinas, salió corriendo del escenario, sus manos cubriendo sus pechos, tratando de evitar que su desnudez fuera aún más expuesta. Su cabello mojado volaba detrás de ella, sus piernas temblorosas luchando por mantener su equilibrio mientras corría.

El público, aún en shock y risas, la vio salir, sus teléfonos aún apuntando hacia ella, capturando su fuga desesperada. Los niños, con sus ojos brillantes, la siguieron con la mirada, sus risas llenando el aire como una cruel melodía. Los padres, con sus rostros enrojecidos, se alejaban, sus murmullos de desaprobación siguiendo a Laura como una sombra de vergüenza.

Laura corrió sin rumbo fijo, sus pies descalzos golpeando el suelo, sus manos temblorosas luchando por mantener su agarre en sus pechos. Su cuerpo, antes expuesto con valentía, ahora era una imagen de pánico y vergüenza, sus nalgas temblorosas y su cabello volando detrás de ella como una bandera de rendición.

El dron, bajo el control de Melisa, la siguió desde arriba, capturando su fuga en una vista aérea, su cuerpo desnudo brillando bajo el sol, sus manos cubriendo su intimidad, una imagen de desesperación y humillación. La gente, aún riendo y grabando, se convirtió en testigos de su huida, su vergüenza ahora pública y grabada para siempre en sus teléfonos y memorias.

Laura, impulsada por el pánico y la vergüenza, corrió sin un destino claro, sus pies descalzos golpeando el suelo frío del parque. Su mente, nublada por la emoción, había olvidado por completo que su ropa estaba en poder de Melisa, y en ese momento, su única preocupación era escapar de la humillación que acababa de experimentar.

El viento frío cortaba su cuerpo desnudo, haciendo que su piel se erizara y sus pezones se endurecieran. Sus piernas, temblorosas y cansadas, luchaban por mantener su ritmo, pero su determinación por escapar era más fuerte que su agotamiento físico.

Mientras corría, sus pensamientos eran un torbellino de emociones: vergüenza, ira, y un profundo deseo de desaparecer. Cada paso era un recordatorio de su exposición, de los ojos curiosos que la habían observado, de las risas que aún resonaban en su mente.

El parque, con sus senderos y árboles, se convirtió en un laberinto de escape, cada giro una oportunidad para perder a sus perseguidores imaginarios. Su cabello, antes pegado a su rostro por el sudor, ahora volaba detrás de ella, como una bandera de rendición en una batalla perdida.

Sus pechos, aún cubiertos por sus manos temblorosas, se movían con cada paso, la sensación de su propia desnudez ahora más presente que nunca. El aire frío llenaba sus pulmones, haciendo que su respiración se convirtiera en nubes de vapor, una imagen surrealista en medio de su huida desesperada.