More fun
Want to support CHYOA?
Disable your Ad Blocker! Thanks :)

Chapter 4 by KingAppleCider KingAppleCider

What's next?

Día 1 - NOCHE

Darío Vieira (19:15 PM)

Había tomado prestado el auto de mi madre, aprovechando de que estaba demasiado drogada como para oponerse. Vestía un atuendo casual: una camisa roja de a cuadros con las mangas recogidas, un pantalón de mezclilla desgastado y un par de zapatos deportivos.

Apenas me estaba colocando a un lado de la casa del popular Dereck, cuando me di cuenta de que este me esperaba debajo de su pórtico. Sin más titubeos, entró al vehículo.

—¿Qué hay? —me preguntó con animosidad al ocupar el asiento de copiloto.

—¿No hubo bronca con tus padres?

—No, para nada. Ni siquiera me los encontré. Habían dejado una nota diciendo que regresaban mañana.

—Bueno, vamos a ver a los otros.

Dereck se puso el cinturón de seguridad y dijo:

—Si, supongo que vas por Andy primero. Marce vive casi a las afueras del pueblo, y del otro lado de la casa de Trixie.

Andy Sepúlveda (19:35 PM)

—¡No voy a drogarme, ma! —me quejé ante las incesantes habladurías de la mujer que me había parido, y que ahora estaba como loca detrás de mí.

Me encontraba en mi cuarto poniéndome la última prenda de mi vestimenta, una chaqueta de mezclilla. Mi madre yacía parada en el marco de la puerta.

—¡No te voy a dejar salir!

El claxon del vehículo que esperaba afuera inundó de ruido la casa, haciendo que mi progenitora se sobresaltara.

—¿No puedes confiar en mi? He ganado concursos de matemáticas en los intercolegiales, no voy a echar a la basura lo que he conseguido.

Mi padre caminó hasta ponerse detrás de su esposa y dijo:

—Andy, parece que ya llegaron tus amigos.

Y se fue de largo, cual fantasma diciendo lo obvio.

Volví a centrarme en mi madre.

—Ma, voy a ir quieras o no, y si tengo que salir por la ventana, lo haré —le aseguré, mas no conseguí moverla.

Fue al instante que me dirigí a la ventana que escuché su reclamo.

—¡Bien! ¡Puedes ir, pero te quiero en casa antes de las once!

Y se marchó.

Escuché de nuevo el pitido del automóvil. Abrí la ventana y vociferé:

—¿¡Quieres que los vecinos se quejen o que!?

Marcelo Laaz (20:00 PM)

—¿A dónde vas? —preguntó mi madre con el mismo semblante de siempre; una cara sin emociones, que cuya voz irradiaba el ápice de un enojo indescriptible—. Todavía tienes comida en tu plato.

Me había puesto de pie tras sentirme con llenura. Estábamos en el comedor de la cocina, bajo una luz tenue, proveniente del foco ahorrador pegado al techo.

—Ya estoy lleno.

—No me saco la puta trabajando para que estés lleno. Si te sirvo algo en el plato, te lo comes todo.

Vi la comida que había dejado. Cinco cucharadas de arroz y un cuarto de las habichuelas que ya ingerí.

—¿Qué fue?

Pasé la vista a mi madre, una viuda de edad avanzada, cincuenta y seis años para ser claros, pues me había tenido tarde. Me senté de nuevo.

—Escucha, Marce. Hoy tuve un día largo. —De pronto, su carácter se tornó suave—. Sé que estas tratando de cuidar lo que comes, pero para la próxima dime cuanto quieres que te sirva y listo, no tienes que dejar la comida allí.

Asentí en silencio.

—Eres mi vida, hijo. Lo único que tengo.

Se puso de pie y abrazó mi cabeza. Continué mascando sin decir nada. Acaricié sus brazos y tal cual una señal, se alejó. La casa que teníamos era de un solo piso.

—Me voy a dormir —dijo ella—. Deja apagando todo.

Su pieza estaba al fondo. La sala y la cocina estaban juntas, con un mesón delimitando cada área. Mi dormitorio se hallaba a la izquierda y solo había un baño para ambos.

Una vez que se metió a su cuarto, escuché que le puso seguro a la puerta. Levanté los platos y los ubiqué en el lavabo, limpiandolos en el acto.

Aquello me hizo recordar mi labor con los quehaceres, pues todos los días al llegar del colegio, y a causa de la ausencia de mi madre por su trabajo, tenía la obligación de limpiar cada esquina de la casa. Exhausto, me dirigí a la ducha. Pasé alrededor de diez minutos allí.

Al salir, empecé a vestirme en mi habitación, tratando de hacer la menor cantidad de ruido posible.

Indudable fue el pensamiento de estar solo, cuando desde su cama, los ronquidos de mi progenitora comenzaron a chocar contra las paredes que nos rodeaban. Sin embargo, no fue solo eso lo que llamó mi atención, sino también tres toques en el vidrio de mi ventana.

Elevé la persiana. Era Dereck Ballard.

—¿Necesitas invitación? —dijo desde afuera del cristal.

Esbocé una sonrisa. Agarré un abrigo negro para complementar el outfit y me di a la fuga.

Dereck Ballard (20:45 PM)

Manejando tan rápido como le era posible, Darío nos llevó a la fiesta de Trixie Volkova, que vivía en una mansión cerca de un country club a las afueras de Lockwood. Habían varios vehículos parqueados en frente de su no tan humilde morada. Muchos de ellos más caros que el del propio ojigris.

Al bajarnos del auto, el conductor se dirigió a la cajuela, que después de abrirla, sacó cuatro botellas de vodka en una funda reutilizable, además de un cactus extraño.

—¿Para qué el cactus? —le pregunté.

Recibí una sonrisa y un guiño de ojo.

—Solo mírame.

La música era alta. Se trataba de una canción pop… ¿Cuál? Ni idea, nada más sabía que la cantaba la chica blanca genérica del Top 100 de Billboard. Lo que escuchaba yo era más sureño, de campo.

Quizás por eso algunos de los envidiosos del instituto me llamaban paleto.

Con Marcelo y Andy a mi espalda, seguí el rastro de Darío, que pronto se encontró con Blake en el pórtico, conversando con una chica rubia despampanante. El deportista captó nuestra llegada y dijo:

—Creí haberles dicho que si los veía por aquí, los iba a echar a patadas.

—Trajimos la cuota, Bennett. Hazte a un lado —me pronuncié.

El tipo soltó una carcajada.

—Tu puedes entrar, Lilly ya está aquí, pero para estos perdedores no habrá fiesta. Trixie no aceptará esos vodkas baratos. Cuando dijo botellas de licor se refería a Bacardí o Hennessy.

Abrió la puerta para mi, mas no me moví del lugar. Fue la rubia la que entró.

Darío simuló una tos.

—Tengo esto. —Y le mostró el cactus de tamaño miniatura.

—¿Qué carajos voy a hacer con esa planta? ¿Me viste cara de lombriz o qué? —se burló el de trenzas.

—Esta mierda es mucho mejor que la porquería que fumas.

La respuesta de Darío tomó por sorpresa al deportista. Incluso a mi, porque había revelado un secreto que se supone no debía decir a nadie. Vi de reojo a los otros muchachos; también lucían estupefactos.

—¿Quién putas te dijo eso? —inquirió Blake.

—¿Y a ti que te importa, adicto? Lo que tengo es peyote, ábrete y te lo daré.

El de ojos grises le extendió la bolsa reutilizable al futbolista. El de trenzas dudó en tomar la cuota. Tras poner una cara de malo y mostrar los dientes, se echó a reír. Su carcajada era tan falsa, que no tardó mucho en ponerse serio de nuevo.

—Es la última vez que me hablas de esa forma, comevergas.

Nos dejó la entrada libre luego de quedarse con las botellas y su regalo personal.

El sitio estaba repleto. Habían luces parpadeantes y varias mujeres hermosas, ninguna de ellas era Lilly. Además, en la parte superior del techo yacía una intensa neblina como consecuencia de la gran variedad de personas que estaban fumando.

—¿Sabes dónde está Nicole? —preguntó Marcelo a una de las personas ebrias del lugar, una mujer de pobre apariencia, con una camisa de tirantes mojada, que acentuaba la silueta de sus pezones. La humedad quizás provenía de su propia bebida, ya que su mentón también estaba húmedo.

—¡Está en el piso de arriba, ella y Lilly!

Marce alzó ambas cejas. Se acercó a mi oreja para evitar gritar a causa de la música alta.

—Vamos a verlas —dijo él.

—¡De una!

Por accidente le rompí los tímpanos, o eso pareció, pues se agarró las orejas de inmediato. Hizo una cara de confusión al mismo tiempo que con su mano derecha, hacía un gesto típico de los argentinos, de donde era originaria su familia.

Me reí y lo seguí por detrás. Darío y Andy se quedaron con la chica borracha, que pronto los condujo hacia otras colegialas como ella.

Subí las escaleras. Justo pasó Trixie Volkova, que se encaminaba hacia abajo. No me detuve a analizar su forma extravagante de vestir, solo podía decir que si salía a la calle, la policía no iba a dudar en arrestarla por indecencia pública.

Lo que sí me dijo de pasada, fue la ubicación de Lilly, algo que provocó una ínfima consternación en mi alma.

—¡Está en mi cuarto!

El introvertido se movió más rápido. El piso tenía tres habitaciones. Si no hubiese habido ningún tipo de identificación para detectar cual le pertenecía a Trixie, la búsqueda hubiera sido exhaustiva. Sin embargo, no lo fue. Una de las puertas poseía un letrero en forma de corazón, cuyo nombre marcado era la de la chica más popular del instituto.

Marce me observó, como tratando de expresar que lo que creía no era lo correcto; que al traspasar la entrada, lo único que iba a encontrar era a Lilly, sin engaños y decepciones.

Abrí la puerta para comprobarlo.

—Lilly…

Allí se hallaba ella, en una posición que a cualquier hombre adicto a la pornografía le hubiera encantado ver. Una situación que, tan solo un inepto, podría catalogar como una oportunidad a un placer jamás experimentado.

Yo no quería un trío, y menos con… Nicole Greenfield.

—¡Amor! —Se sobresaltó la chica que amaba. La peliazul se restregó la boca con su mano, pensando que eso iba a borrar lo que acababa de suceder—. ¡Esto no es lo que crees!

El habla se esfumó, y al cruzar vista con Marcelo, supe que también yacía con el espíritu en el piso. Nos salimos del lugar sin pensarlo.

Los llantos y las súplicas comenzaron a perseguirnos.

Al bajar las escaleras, fue un golpe de suerte encontrarme con Darío y Andy, ya que, cuando notaron a las dos féminas histéricas, tratando de detenernos a Marce y a mí, se unieron a nuestra huida… ¿Pues qué mas podían hacer?

Lastimosamente, ellas no se detuvieron, ni siquiera cuando salimos de la mansión. De hecho, todo empeoró, aunque no para mí. Marcelo, al voltearse y fallar en ignorar a Nicole, se puso en una posición humillante.

—¿¡Por qué me ignoras!? ¿¡No se supone que éramos inseparables!? —le gritó la de cabello azul al tímido.

Y el no se contuvo.

—¡Besaste a la novia de mi amigo!

Las cejas de Nicole parecieron chocar entre sí, mientras que sus ojos se iban transformando en los de una fiera. El como iba vestida tampoco ayudó a su estado de ánimo, pues se estaba congelando en plena noche, y en un lugar donde se suponía debía divertirse. Mala suerte que no le salió como pensaba.

La música había bajado de intensidad, y aprovechando el poco ruido, gritó:

—¿¡Y crees que yo de verdad me creo que esa es la razón de tu ignoro!?

Marcelo guardó silencio. Además de la tenue canción pop de fondo y los llantos de Lilly, los grillos en el monte eran los principales artificies de la ambientación.

—¿De que hablas? —preguntó el introvertido.

Nicole mostró sus dientes.

—¿Crees que no lo sé? —Se tocó el pecho—. ¿Acaso piensas que soy una estúpida?

—Déjame en paz.

La mujer se acercó a Marcelo y lo agarró de su abrigo.

—¿Creíste que me ibas a cambiar con tu efervescente masculinidad?

Su sarcasmo había generado un par de risas.

—Estas borracha —le dijo el de ascendencia argentina.

—¿No dicen que los ebrios y los niños dicen la verdad? —Sonrió la muchacha, aunque no de buena manera—. ¿De verdad pensaste que alguien como tú, podría salir con alguien como yo?

Las facciones de Marcelo se mantuvieron calmadas. Y, sin embargo, estaba seguro que escuchar tal burla le había achicado el corazón.

—Tienes razón, Nicole. Te amaba. Perdón por hacerlo.

Vi que agarró sus manos y la alejó, aún cuidando de no ser brusco.

La fiesta había acabado para nosotros.

What's next?

Want to support CHYOA?
Disable your Ad Blocker! Thanks :)