A los operarios de una fábrica

Pelayo sabia que sus apóstoles debían de ser capaces de hacer lo que fuera por su nueva fe. Hombres preparados, con experiencia en el mundo y con las suficientes habilidades para lograr cualquier fin. Por ello, el pecador escogió como sus primeros discípulas a los operarios de una fabrica de las afueras de la ciudad. Escogió un taller pequeño de carpintería metálica, donde habían trabajando unos 10 operarios. Enfrascados en su trabajo, no percibieron como Pelayo dejo en el lugar mas central el sexeón, se arrodillo ante él, y comenzó a rezar.

"Adorado Sexeón, tu que llegaste de los cielos. Danos tu gracia y abre las mentes y anos de aquellos que desean servir a dios a través del amor físico. Danos penes duros y bocas dispuestas y te prometemos numerosas eyaculaciones"

El efecto afrodisiaco del juguete maldito fue casi inmediato. Los hombres, de entre 40 y 50 años, empezaron a desnudarse y a frotar sus cuerpos sucios del trabajo pesado entre ellos. La pasión era tal que apenas hacían caso a Pelayo, que intentaba explicarles lo que estaban sintiendo.

-¿Entendéis el poder de la unión física entre dos hombres?- decía, mientras dos trabajadores barbudos y musculosos le ignoraban mientras se comían la boca- Profundizad con vuestro amante. Sentid el cuerpo del otro. Los cuerpos son creaciones de Dios.

Los trabajadores rápidamente se excitaron mas. Los monos de trabajo y los uniformes llenos de grasa desaparecieron. Los hombres se emparejaron entre ellos. Unos se inclinaron para que su compañero pudiera comerle el culo. Otros se pusieron de rodillas para meterse en la boca las gordas pollas de quien tuvieran mas cerca. El sonido de las maquina pronto fue superados por las gárgaras de los maduros.

Cualquier superficie era buena para colocar a tu compañero, orientar tu polla y comenzar a penetrar ese culo de hetero. Los culos vírgenes de los cincuentones manifestaron estrechez al principio, pero activo y pasivo no cedieron hasta que la polla entrara y saliera del agujero con facilidad y placer.

Pelayo lo observaba todo mientras musitaba algunos rezos hasta que, alzado en volandas por dos trabajadores de anchas espaldas, fue colocado sobre una mesa de trabajo y desnudado en segundos. Sus enseñanzas fueron acalladas cuando una polla gorda, peluda, y con sabor a esmegma, se le introdujo en la boca mientras otra le perforaba el ano.

Tan rápido como empezó, acabó la orgia. Mas calmados, los hombres escucharon el mensaje sagrado de Pelayo. Asintieron cuando este les hablo sobre el gozo del sexo entre hombres, pues muchos de ellos explicaron que había sido mas placentero lo sucedido en la fabrica que todas las veces que habían tenido sexo con sus mujeres. La experiencia les había cambiado la vida, así que todos decidieron seguir a Pelayo en su cruzada sexual.