A algún joven cristiano

Una de las pocas bondades que tenia el sacerdote y que el pecador envidiaba era su espiritualidad. Él nunca había creído en nada. Poseer a otro creyente, pero mas joven y menos involucrado en la sociedad, era la opción perfecta. Armado con esa determinación, y con el laser, por supuesto, Toni-Juanjo se dirigió al centro donde había quedado con esos jóvenes comprometidos.

El centro se encontraba al lado de una parroquia de barrio. En realidad era la antigua vivienda del párroco, ahora convertida en una casa social para organizar eventos como ese. Un grupo de cinco jóvenes, todos hombres, de entre 18 y 25 años esperaban a Toni-Juanjo para comenzar. El pecador enseguida olvido el motivo por el que el sacerdote quedaba con estos jóvenes, solo pensó en quien podría ser el próximo receptáculo. Cualquiera de ellos podía ser perfecto a si que lo echo a suertes. Cantando una estúpida canción infantil, fue señalando con el dedo a cada uno de los chavales, que le miraban y preguntaban con cara de incredulidad. Cuando acabo la canción, supo quien seria el afortunado, por lo que le disparo con el laser.

Como sabia que el resto de jovenes no le pondrian facil la trasferencia, pues la casa no era muy grande y podia escuchar los ruidos, Toni-Juanjo usó el laser con el resto. Cuando pudo comprobar, mirando los pantalones de todos ellos, que estaban cachondos por el uso del laser, agarró del brazo al afortunado y se marchó a otro cuarto, no sin antes decirles a los otros:

-Voy a follarme a este. Quedaros aqui.

El pecador no esperó mas tiempo, y ya en un cuarto mas intimo con su objetivo, comenzó a desnudarlo. Era un chico joven de piel blanca y aspecto frágil, que nervioso pero expectante se dejo desvestir como si fuera un maniquí. Su pasividad irritó un poco a Toni-Juanjo, que desnudándose totalmente y enseñándole su polla, le dijo:

-Hazme una mamada.

El chico se arrodilló y obedeció. La polla del sacerdote no era especialmente grande, por lo que le fue fácil al joven cristiano introducírsela en la boca entera. El pecador acompañó la mamada del joven con sus propios movimientos de cadera, haciendo que este se atragantara varias veces, vertiendo saliva por sus comisuras.

Toni-Juanjo podía haberlo dejado así. Pedirle al chico que le comiera la polla hasta que se corriera y que se tragara el semen. Pero su cuerpo lampiño y sin apenas vello atrajo lujuriosamente al sacerdote. Poniéndole a cuatro patas, el pecador primero le comió el culo para, después de lubricarse bien la polla con saliva, comenzar a penetrar el ano estrecho del muchacho, claramente virgen antes de ese encuentro. Los gemidos del chico eran tan altos que Toni-Juanjo tuvo miedo de alertar a otros miembros de la parroquia.

Cuando ya hubo acabado, vertiendo suficiente esperma dentro del muchacho para asegurarse la trasferencia, el sacerdote se vistió y se marcho de la casa. En el salón, el resto de jóvenes, cachondo y habiendo escuchado todo el polvo en el cuarto de al lado, se comían las pollas entre ellos, desesperados. Toni-Juanjo no les presto atención y los dejo allí. No podía tener sexo con ellos, pero si que le hubiera gustado haber desvirgado también esos culitos. Esa idea, como en otras ocasiones, se grabó en la mente del sacerdote. Es posible que los chicos del coro de la iglesia tuvieran que ir con cuidado a partir de ahora.