Marianna intimida al alquimista

Marianna sonríe al alquimista mientras sus ojos se tornan lujuriosos, mientras inhala profundamente, expandiendo sus pulmones al límite de su capacidad, empujando su enorme busto hacia los ojos del hombre.-“No tengo suficiente dinero para pagaros, maestro alquimista. Pero me doy cuenta que, quizás, haya otro modo de compensaros por vuestra valiosa información.”.-Dice seductoramente la princesa, mirando fijamente a los ojos del maestro Sun.

“En efecto, mi querida muchacha. Quizás haya otro modo de pagar mis…”.-Comienza a decir lujuriosamente el alquimista cuanto, repentinamente, Marianna lanza sus esbeltos y definidos brazos hacia el hombre, agarrándolo del cuello de la túnica. Arrastrándolo fácilmente por encima del mostrador, la guerrera pelirroja pone el rostro del hombre a la altura de su rostro, mudado ahora en una expresión de puro desprecio.

“En efecto, mi querido alquimista. Pero no en la forma que tú pervertida mente imagina, maestre Sun. Soy una princesa de Thanigar…no una vulgar concubina. Pero si hablas ahora, contarás con mi gratitud. Tienes la palabra de la princesa Marianna. Pero si te niegas o me mientes, te aseguro que te pagaré en buen acero thanigariano…envainando mi espada en tu hígado, gusano lujurioso. ¿Qué decides?”.-Espeta la voluptuosa guerrera al tembloroso hombre.

El alquimista apenas forcejea. Siente los enormes objetos de su deseo bajo su cabeza, golpeando su pecho, pero sabe que su fuerza no es comparable a la de la enorme amazona pelirroja…sabe que si, por casualidad, o no, llegara a plantar sus manos sobre aquellos tentadores melones, la guerrera le cortaría las manos…o algo peor.

“Azogue…Azogue, man…mandrágora y…y Escamas de Dragón…Lady Arianna compró esos artículos…Algo...algo para una…una especie de ritual. No…no sé nada mas…por favor…”.-Gimotea el hombre, estremeciéndose de miedo ante la amenazadora figura que le agarra de la túnica.

“Muchas gracias, maese Sun. Contáis con mi gratitud…y con la del pueblo de Thanigar…”.-Responde tranquilamente Marianna, relajando su rostro y soltando al alquimista, el cual jadea, aún asustado por la violencia desencadenada por aquella hermosa exuberancia pelirroja.-“…pero ahora, debo irme. Adiós, maestro Sun. Que los dioses os sean propicios.”.-Añade la princesa guerrera, dirigiéndose hacia la atrancada puerta.

“¡No! ¡No! ¡Por favor!...¡La Ronda!¡La Ronda está ahí fuera! ¡No podéis salir!”.-Exclama con pavor el alquimista, saliendo de detrás del mostrador y agarrando la mano de Marianna, impidiéndola continuar hacia la puerta.

La princesa mira al hombre con desprecio. De inmediato, asustado, suelta su mano.-“¡Debéis quedaros esta noche! ¡Os ofrezco refugio contra La Ronda! ¡Debéis quedaros aquí, mi señora…o moriréis, sin duda!”.-Dice el hombre.

“¿La Ronda? ¿Qué o quienes son La Ronda?”.-Se pregunta la guerrera pelirroja, viendo auténtico terror en los ojos del alquimista.