Plaza de Santa Eulalia Nº1 Puerta 1

Lucas casi salta de alegría al ver que le recogen un coche para ir a su siguiente cliente. Se acabó el pedalear. El chofer conduce en silencio hasta una plaza céntrica, dominada por una gran iglesia del siglo dieciséis.

Al tocar el timbre un joven de aspecto estirado mira con desprecio al pecador, pero le indica que le acompañe. La casa es antigua, pero por dentro está muy bien reformada. El joven le señala en silencio una puerta a Lucas, que con determinación la abre.

Dentro le espera un hombre de mediana edad, barba entrecana y aspecto amable. Va vestido con una sotana. Es un obispo.

-Bienvenido hijo mio- dice con voz tranquilizadora-me han asegurado que serás discreto.

-claro

-Y servicial- vuelve a decir el sacerdote.Lucas, que ya intuía que quería el hombre, se quitó la camiseta y se puso de rodillas ante el sacerdote, que pasó uno de sus dedos por los labios del muchacho.

-¿Quieres el sagrado sacramento?

Lucas asintió en silencio, en su mejor interpretación de niño inocente.

Luego el sacerdote se sacó la polla de la sotana y el pecador comenzo a chupar.

Tras unos minutos de blasfemias por parte del obispo, este levantó al muchacho para llevarlo a un cuarto detrás de él. La habitación era toda de blanco, con solo una cama en el centro y un pequeño armario. Lucas sonrió al pensar en el número de jovencitos que habían sido follados por el hombre de la iglesia en esa habitación.

-Dame tu tesoro preciado, hijo mío- le dijo, y con cariño le coloco sobre la cama y le bajó los pantalones.

El sacerdote comenzó a lamer el culo de Lucas con auténtica devoción, alternándose con la penetración del mismo con uno de sus dedos.

-ya estás preparado para darme tu tesoro, hijo mío. Recuéstate en la cama.

Lucas le siguió el juego. Era obvio que ambos sabían que el culo de Lucas no era precisamente virgen, pero si el cliente solicitaba algo no iba a ser él el que perdiera una buena propina por rebatirle.

La polla del sacerdote resultó ser larga y algo curvada, lo que provocó oleadas de placer con cada embestida. Además, el juego de rol le estaba poniendo bastante cachondo.

-oh si. Tu tesoro es magnífico hijo mio- decía entre jadeos el sacerdote- Si, tu tesoro es mío.

-Si, es todo tuyo padre- le contestaba Lucas- te doy mi tesoro. Coge mi tesoro.

El sacerdote duro unos ocho minutos en correrse dentro del chico. Cuando salió, fue él el que se puso de rodillas.

-dame ahora tú sacramento. Dame tu leche sagrada.

Lucas obedeció, y se corrió sobre el rostro del sacerdote

-volveremos a vernos, hijo mio.

-Cuando quiera, padre.