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Chapter 4 by MrCaliban2 MrCaliban2

¿Aceptará Marianna la propuesta del alquimista?

Marianna acepta el trato de Harak Sun

Marianna mantiene su sonrisa, aunque está realmente sorprendida por la clase de pago que sugiere el alquimista. Sin embargo, esa pequeña humillación de servir como objeto sexual del alquimista durante una noche merece la pena si consigue averiguar el paradero de su esquiva hermana.

“Muy bien, mi querido alquimista. Acepto vuestro trato. Disfrutareis de mi compañía y de la visión de mi cuerpo…totalmente desnudo durante toda la noche. Aunque, si me permitís abusar se vuestra hospitalidad, me gustaría asearme. Seguro que un hombre como vos dispone de una habitación apropiada para vuestras abluciones…y las mías.”.-Susurra insinuante Marianna, dispuesta a ser tan sensual como pueda…ya que ha aceptado semejante trato con aquel pervertido alquimista.

“Desde…desde luego, mi señora…permitidme que os guie…”.-Sonríe con lujuriosa satisfacción el maestro Sun, tomando una vela y guiando a la exuberante pelirroja, a través de una estrecha escalera, a la planta superior donde, recorriendo brevemente un pasillo, el alquimista llega a una pequeña habitación con una pequeña bañera de mármol en su centro. A su lado, otra bañera repleta de agua alberga una enorme ánfora metálica de 20 litros. Mientras el alquimista deposita la vela en una mesa próxima y vuelve al quicio de la puerta, la princesa Marianna comienza a desnudarse lentamente completamente a la vista del hombre.

Apoyando su enorme espada en el suelo próxima a sus pies, la guerrera comienza quitándose sus pesadas botas de cuero tachonado, revelando la increíble definición de sus gemelos, solo comparables a sus esculpidos y tersos muslos. A continuación, con una deliberada e insinuante lentitud, Marianna de desprende del acorazado sostén que protege y oculta sus enormes pechos, haciendo brotar un gemido de placer y satisfacción en la garganta. Cruelmente, sonriendo lujuriosamente al alquimista, la exuberante guerrera desliza suavemente sus manos por encima de sus senos como si limpiara parte del polvo que los cubre. A cambio de la pequeña humillación de permanecer desnuda en su casa, la princesa Marianna estaba dispuesta a hacerle ‘sufrir’ lo indecible, exhibiendo su cuerpo en toda su sensualidad, haciéndole notar que sus manos jamás tocarían semejante belleza.

Finalmente, deslizando sus manos suavemente por sus caderas, la guerrera pelirroja expone su sexo al desprenderse de la armadura que lo cubre. Lentamente, Marianna acaricia el corto vello púbico que lo circunda, arrancando nuevos gemidos de placer en el ya excitado alquimista.

Ya completamente desnuda, Marianna se introduce en pie dentro de la bañera para, a continuación, llenar el ánfora hasta los topes. Exhibiendo su fuerza y no solo su perturbadora y sensual exuberancia, la guerrera pelirroja eleva sobre su cabeza la pesada jarra, comenzando a verter su contenido lentamente sobre su cabeza y sobre su enorme busto.

El maestro Sun desearía ser esa agua en aquel momento para deslizarse sobre aquel escultural cuerpo como esculpido en bronce…para acariciar la bronceada y sedosa piel que comienza a aparecer a medida que el polvo desaparece de la voluptuosa princesa de Thanigar. Marianna repite la operación de nuevo, asegurándose que su pelirroja melena y su prodigiosa delantera quedan impolutas, resplandecientes por la humedad bajo la tenue, trémula luz de la vela.

A continuación, le llega el turno a sus esculturales piernas. Nuevas ánforas de agua se derraman sobre ellas, revelando la solidez y perfección de sus músculos…la increíble tersura de su piel. Y cuando le llega el turno a sus nalgas, Marianna casi puede sentir, además de oír, como el alquimista se encuentra al borde del orgasmo. Ciertamente, es imposible no sentir la sensual atracción de sus firmemente redondeadas nalgas, tan bronceadas y tersas como sus poderosas piernas, tan seductoras como sus enormes pechos.

Con una lujuriosa sonrisa de satisfacción en sus labios, con sus manos recorriendo lentamente su exuberante cuerpo como removiendo el exceso de agua sobre su satinada piel, Marianna observa como el alquimista está totalmente paralizado en la puerta, como hipnotizado, o quizás muerto de la impresión, observando su sinuoso cuerpo…sus insinuantes movimientos, con una evidente y gran erección entre sus piernas, claramente visible por la deformación en su túnica.

“¿Y bien, maestro Sun? ¿Qué muestra de hospitalidad podéis ofrecerme? ¡Tenéis solo una noche a vuestra disposición!”.-Dice insinuante la voluptuosa princesa, saliendo de la bañera, con su escultural cuerpo aún chorreando de agua, acercándose a centímetros del aturdido alquimista…empujando su generoso busto hasta milímetros de su cara.

“Quizás…quizás deseéis cenar…cenar algo…”.-Tartamudea el maestro Sun, sintiendo como su órgano viril se corre irremisiblemente ante tal abrumadora exhibición de sensualidad.-“Me encantaría, maese Sun. Guiadme hasta vuestro salón.”.-Sonríe la exuberante, disfrutando de la visión del alquimista estremeciéndose en su orgasmo.-“Al…al fondo, mi….mi señora….”.-Gime en respuesta el hombre, cogiendo nuevamente la vela.-“Desde luego…”.-Replica Marianna, agachándose para recoger su espada, haciendo bambolearse sus enormes melones en el proceso.

A continuación, cruzando el quicio de la puerta tan cerca del alquimista que casi puede rozarlo, la desnuda princesa guerrera avanza por el pasillo delante del hombre, contoneando sus sugerentes caderas y escultural culo a cada paso de sus cinceladas piernas, casi sintiendo como algo físico la intensa mirada de lujuria de sus ojos sobre su bronceada piel tratando de seguir sus perfectas curvas bajo la oscilante luz de la vela.

Al llegar al salón, Marianna observa que la pequeña pero lujosamente amueblada sala está iluminada por una pequeña chimenea encendida.-“Po…poneos cómoda mien…mientras traigo…traigo algo…algo de comer….”.-Farfulla el turbado alquimista, desapareciendo por el pasillo.

La princesa se acerca a un pequeño armario y encuentra varias botellas de vino. Tras abrir y oler su contenido, decide que no están drogadas…más allá del **** que pueda contener el brebaje. Llenando varias copas con el rojizo y aromático vino de una de las botellas, la voluptuosa guerrera, se espatarra en una otomana, esperando al alquimista, con sus piernas abiertas y su firme busto enhiesto, dejando la vaina con su poderosa espada al alcance de su mano…por si acaso.

Minutos después, el maestro Sun regresa con una bandeja de plata con diversas viandas…y sin su túnica. Totalmente desnudo, Marianna puede ver el cuerpo sorprendentemente atlético del alquimista y la enorme verga erecta entre sus piernas. La amazona parece tan sorprendida como el alquimista ante la situación.-“El maestro Sun es aún más extraño de lo que parecía…”.-Piensa Marianna, observando como el alquimista deposita la bandeja en la mesa y se acerca a coger la copa de vino que la princesa le ofrece.-“…pero está cumpliendo su parte del trato…”.-Observa la exuberante pelirroja, mientras sus ojos no pueden dejar con intensidad e inquietante lujuria el enorme e increíblemente erecto falo que se yergue orgulloso en la entrepierna del maestro Sun, sin duda, fruto del consumo de ‘Azul de Pfi-Zer”

¿Que hará a continuación Marianna para satisfacer la lujuria del alquimista?

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