Educar al padre

-No se como sentirme. ¡Volver a trabajar! -dijo feliz su padre- pensé que con mi edad ya no volvería a hacerlo.

Lucas había dado el primer paso, ahora debía acabarlo. Sabía que, igual que con su hermano, era la mejor opción, pero claro, eso no lo hacia menos... raro.

Saco la consola y seleccionó el nombre de su padre.

-Ahora ya vas a trabajar. - le dijo Lucas, que se acercó hasta Fermín lentamente- La casa esta limpia, y no habrá problemas económicos. Pero tu aun tienes algo que te frustra.

El padre del pecador se levantó de la silla, retrocediendo hasta que su espalda chocó con la encimera de la cocina. Su hijo estaba actuando extraño. Algo iba mal. Pero esta tan guapo. ¡Era tan atractivo!

-Vamos a follar-dijo Lucas al llegar de nuevo al lado de su padre- voy a quitarte todo ese estrés que ha ido transformándote en el ogro en que te has convertido. Y después, cuando tengas tus sueños cumplidos, a mi me dejaras descansar en paz.

Entonces, bajándole los pantalones ahí mismo, y con la polla dura de Fermín, de un grosor y tamaño por encima de la media, Lucas comienza a hacerle una felación a su propio padre. Al principio, Fermín estaba quieto como una estatua, sin saber que pensar. ¡Su hijo se la estaba comiendo, y que bien se lo hacia! pero poco a poco empezó a coger confianza, y al final empezó a balancear su cintura para follarle la boca.

El sexo entre ambos continuo. Su padre, ya liberado de tabús y caliente como nunca, agarro a su hijo y lo uso para libera la frustración sexual de varios años de celibato. no había vuelto a follar desde la muerte de su esposa, y su hijo menor era tan apetecible. Estuvieron follando sobre la cocina casi una hora, donde la ternura, el amor y el deseo fueron los motores del sexo entre ambos.

Todo cambio para Lucas desde ese momento. Su padre, influenciado por la consola y con un trabajo estimulante, no volvió a regañar a Lucas ni a involucrarse en las decisiones de su vida. Era feliz como lo había sido hace tantos años, cuando su vida empezaba y era joven. A veces, se acercaba a su hijo para volver a repetir el "incidente de la cocina" y Lucas a veces se lo permitía, cabalgando la polla de su padre sobre el sofá. Lo bueno que tenia el pecador es que, si ese día no le apetecía follar con su padre, siempre podía tirar de la carta de su hermano Sergio, que cada vez estaba mas dispuesto a poner su culo por el bien de la familia.

De esta manera, y a base sexo intermitente y largas esperanzas, Lucas consiguió su sueño de... no tener sueños. No pensar en el futuro, ni en el presente ni en nada. Hacer lo que quisiera siempre que quisiera. O simplemente no hacer nada. ¿A quien le importaba si dormía unas 14 horas al día?