Wonder woman(de feminista a objeto)

Diana se quedó en el pasillo mirando la puerta cerrada. ¿Cuánto tiempo la haría esperar? Todo el tiempo que quisiera, de verdad. Era su prerrogativa. Él estaba, después de todo, a cargo.

Era una sensación extraña, estar tan indefenso. Diana tenía el poder de empujar la puerta para abrirla si quería. Tenía el poder de demoler el edificio con sus propias manos. Pero no lo haría, a menos que Jack le dijera que lo hiciera. Había pasado toda su vida atravesando la línea entre la obediencia y la convicción, siguiendo la dirección de sus dioses y diosas, escuchando a su madre o eligiendo hacer lo que sabía que era correcto en el fondo de su corazón. Pero ahora que había visto el nombre de Jack en su brazo, se dio cuenta de lo equivocada que había estado. Los dioses no tenían influencia en su vida, ni tampoco su familia. Ella pertenecía a Jack Jordan, siempre lo había hecho, siempre lo hará.

Un momento de vergüenza la inundó, mirando la puerta cerrada, recordando el falso libre albedrío que había alardeado por error hasta ese día. Su romance con Steve Trevor, sus coqueteos con Batman, su carrera, sus aventuras. ¿Jack hubiera querido que ella persiguiera esas cosas? Como su propiedad, ella tenía la responsabilidad de estar segura y responsable. En su vida anterior, se habría molestado si alguien hubiera dañado su propiedad. Probablemente sería lo mismo con Jack. Si alguien le hiciera algo, la dañara de alguna manera, estaría justificado que se sintiera bastante enojado.

No, por primera vez, Diana se preguntó si debería haberse puesto ropa de civil antes de venir al edificio de apartamentos. No mucha gente la había visto, tan rápido se había movido, pero la joven al otro lado del pasillo de Jack había asomado la cabeza y se quedó sorprendida de ver a un superhéroe llamando a una puerta. Por supuesto, una vez que Diana señaló el nombre en su brazo, la mujer sonrió y asintió con conocimiento, regresando a su apartamento.

El edificio en el que vivía Jack era más antiguo y olía a moho ya cigarrillos. Si bien no se encuentra dentro de Suicide Slum, estaba lo suficientemente cerca como para que Diana en el edificio aumentara significativamente su seguridad. Lo cual, por supuesto, se sintió bien con el Amazonas. Si algo le sucediera a su dueño, no estaba segura de lo que sucedería. ¿Quién tomaría posesión de ella cuando no estuviera? ¿La tenía listada como un activo en su testamento? Eso era algo que tendría que resolver con él, si alguna vez abría la puerta.

Tal vez podría convencerlo de mudarse a su propio condominio. Bueno, convencer no era la palabra correcta. Oferta. No era su lugar para manipular. Podía ofrecer lo que tenía a su dueño y ver si él lo aceptaba. Si él no se sentía cómodo con ella allí, Diana podía, por supuesto, quedarse en su departamento actual. En su vida anterior, había comprado condominios en Metropolis, Central City y Gotham. Todos ellos, aunque tenían su nombre en las escrituras, ahora técnicamente le pertenecían a Jack. Si él le daba permiso, pasaría algún tiempo contactando a los bufetes de abogados que usaba y comenzaría el proceso de poner sus activos anteriores a su nombre.

Pero para que eso sucediera, tendría que abrir la puerta. Ya había empujado las cosas. Sus instrucciones habían sido que ella llamara, lo que ella había hecho. Diana esperaba que su dueña no estuviera molesta por la iniciativa que había mostrado al dar un paso más. Diana siempre había sido emprendedora, sin esperar a que alguien le dijera cuál sería el siguiente paso. Sería difícil para ella si su dueño decidiera que quería que renunciara a ese rasgo, para volverse mucho más dócil, pero lo haría si se lo pidiera. No era como si ella tuviera una opción en el asunto.

La amazona levantó la mano para llamar de nuevo, pero luego decidió no hacerlo. Jack sabía que ella estaba allí. Él abriría la puerta cuando estuviera bien y listo. Se había enfrentado a dioses y monstruos, había derrotado a tiranos locos y déspotas alienígenas. ¿Por qué, entonces, encontrar la paciencia para abrir una puerta era una de las tareas más difíciles que jamás había soportado? Si la puerta alguna vez se abría, podría preguntarle a su dueño. Quizás él, como quien tenía la vida de ella en sus manos, tenía alguna percepción especial.