La Dulce Victoria

Cristina sintió una ráfaga de euforia que la recorría de pies a cabeza y sacudió el rostro de su rival con una bofetada para delirio de los espectadores. Seguidamente, le tomó la mandíbula con una mano y selló sus labios con un furioso beso de tornillo que se prolongó por, al menos un minuto.

El conductor se acercó para declararla vencedora y ella sonrió para las cámaras cuando le levantaron la mano para anunciar el resultado.

Minutos más tarde, cuando estaba en el pasillo que conducía al camarín, sintió un insulto susurrado. Se giró con un impulso de furia para que su mirada se encontrara con la de Ana.

Ella se acercó, con las caderas ondulantes como si desfilara en una pasarella. Ambas sabían que estaban solas y nadie las miraba. Toda la atención estaba puesta en el siguiente duelo.

Ana le apoyó los pechos y ambas lanzaron un gemido. Cristina no se amilanó y mantuvo su posición. Ana la tomó por el cabello y se encaró nariz con nariz para susurrar.
_Tuviste suerte, perra.
_Soy la mejor, y lo sabes. Cuando quieras te lo...
Ana no la dejó terminar. Le dio un tirón y le zampó un rabioso beso, al igual que había recibido en el ring y ambas se entregaron a un cálido morreo que las dejó jadeantes cuando sus sensuales labios se separaron con un chasquido y un hilo de saliva colgaba entre ellos.

_¿Eso por qué fue, zorra? _Siseó Cristina.
_Los besos se devuelven, puta.
Ambas sonrieron con malicia y fue Cristina quien recogió el guante.
_Parece que te quedaste con ganas de más, Ana.
_Por la forma en que respondiste parece que tú también.
Ambas se relamieron con ansiedad, mientras sus ojos iniciaban su propio diálogo.

_¿Esta noche, a solas?
Cristina asintió, sin perder la sonrisa.
_¿Tu casa o la mía?