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Chapter 4
by Samson
¿Qué pasará a continuación?
Karen Powers nunca pierde...al menos hoy.
Pero Karen no va a dejarse humillar tan fácilmente. Apretando los dientes, se inclina hacia adelante y empieza a aumentar su propio ritmo mientras su sudoroso y sensual cuerpo corre ya por la cuarta cinta...
Sus pies golpean con fuerza y precisión, ajustándose a la velocidad brutal de las máquinas. Cada músculo de su cuerpo se activa actuando al unísono en una coordinación perfecta, adaptándose al rítmico y demencial bamboleo de sus masivos orbes mamarios. Valeria deja de sonreír. Su trampa mortal para tirillas y tetonas está fallando. “¿Eh? ¿Cómo es posible…?”
Las piernas de Karen se mueven más y más rápido. Sus esculturales muslos son casi un borrón, sus enormes gluteos botan y vibran a punto de entrar en fase con otra dimensión. Sus pies desnudos se posan sobre la tercera cinta. Luego, mientras el sudor de la desnuda pechugona empapa la goma, sobre la segunda, venciendo por mucho la velocidad de la máquina, ante los atónitos ojos de los culturistas allí reunidos.
Y entonces, con un rugido de desafío, Karen consigue lo imposible...llegar hasta la primera cinta y, tras tomar impulso en una aceleración explosiva, da un salto espectacular apoyándose en el tablero, gira en el aire y aterriza justo fuera de la trampa, agachada en posición de superhéroe, mientras su empapada carne se estremece por el aterrizaje y su agitada respiración.
El gimnasio se queda en silencio por un instante, mientras un charco de sudor crece bajo Karen.
“¿Sabías...sabías...que fui….campeona de aerobic en….en los 90? —dice Karen, irguiéndose, jadeante y orgullosa frente a Valeria, haciendo crujir los nudillos.
“¡Oh! ¡Mierda!”, Valeria traga saliva.
Valeria abre los ojos como platos cuando siente las manos de Karen cerrarse en su muñeca como un torno de acero. La pequeña de los Rodriguez no puede creer que esas suaves manos, acostumbradas a hacer galletas y pasteles, puedan ser tan poderosas.
“¿Campeona...campeona de aerobic? —dice Valeria, intentando zafarse sin éxito, “Pues..pues yo fui campeona de…”
¡WHAM!
Karen gira sobre su eje y, con un movimiento perfecto digno de un luchador olímpico, usa el propio peso de la musculosa Valeria para lanzarla en un brutal ippon seoi nage directo a las cintas de correr.
“De suplexes, sí, ya me imaginaba. Y eres muy buena en eso, lo admito….”
¡THUD!
Valeria aterriza de espaldas sobre la primera cinta, su cuerpo rebota y rueda descontrolado, sus intentos de aferrarse a algo se vuelven inútiles cuando las cintas la arrastran sin piedad.
“¡Aaaaagh! ¡MALDICIÓN!
Karen pone las manos en sus desnudas caderas, observando con una sonrisa cómo la culturista lucha por recuperar el equilibrio. “Vamos, campeona, ¡que no se diga que no tienes resistencia!”
Las cintas siguen aumentando la velocidad. Valeria patalea, intenta incorporarse, pero la potencia de las máquinas la hace tropezar una y otra vez, llevándola hasta la tercera cinta.
“¡Esto no es nada...señora K! —gruñe, intentando hacer un burpee en movimiento, “¡Puedo… Puedo...con… esto!”.
Karen frunce el ceño, chasquea la lengua y, con un suspiro, toma una mancuerna y se la lanza a Valeria con precisión quirúrgica.
“¡Atrapa esto, Val!
Valeria instintivamente la agarra... y ahí comete su error.
El peso tira de su brazo hacia un lado justo cuando intenta impulsarse fuera de la cinta. Su pie falla, su centro de gravedad se desajusta y
¡BOOM!
Valeria es catapultada hacia la cuarta y quinta cinta a una velocidad pasmosa contra la pila de neumáticos y pesas como un proyectil humano.
“¡MIER…!”
¡CRASH!
El impacto hace que los neumáticos salten por los aires y una torre de pesas se desplome con un estruendo metálico ensordecedor. Cuando el polvo se asienta, Valeria queda semi-enterrada en un caos de equipos de gimnasio, con una rueda de tractor girando lentamente sobre su espalda.
Silencio.
Luego, una mancuerna rueda perezosamente hasta detenerse frente a Karen.
Karen se agacha, la recoge y se la cuelga al hombro con un encogimiento de hombros.
“¡Eso por fastidiarme el desayuno dominical!”, dice Karen, adoptando una pose victoriosa en medio de la cochera.
Desde debajo del desastre, se oye la voz amortiguada de Valeria. “¡Dame...dame un minuto y volvemos...volvemos a empezar!”
Karen suspira y se pasa la mano por la cara. “¿De dónde sacan tanta energía estas muchachas de hoy en día?”
Karen se planta en medio del caos, con los restos del combate aún esparcidos por el suelo del gimnasio clandestino. Neumáticos volcados, pesas dispersas, cuerdas de batalla colgando como lianas de la jungla. Valeria, aún aturdida bajo la pila de equipo destrozado, sacude la cabeza y escupe un poco de polvo de tiza.
“Aunque admito que al final ha sido divertido, mejor lo dejamos para otro día, Val. Ahora tienes… tenéis trabajo que hacer…”, dice, volviéndose hacia los culturistas. “Este gimnasio no ha sido autorizado por la junta vecinal, así que debeis desmantelarlo ahora mismo. Asi que...¡Manos a la obra!”, ruge Karen con una sonrisa, dando palmadas de ánimo.
Los culturistas, que hasta hace un minuto vitoreaban la pelea como si fuera un evento de WrestleMania, ahora se quedan en un incómodo silencio. Un tipo con vendajes en las muñecas hace una flexión rápida, como por reflejo, antes de darse cuenta de la orden y ponerse de pie con torpeza.
“¿Qué? ¿Pero qué vamos a hacer sin nuestro gimnasio?” —protesta otro, con una camiseta que dice Domina o Ríndete.
Karen le fulmina con la mirada.”Pues levantar cosas en un gimnasio legal y sin tomar porquerías verdes, Johnny Parker! ¡Vamos, en marcha! ¿O queréis que se lo diga a vuestras madres?
Los culturistas se miran entre sí, dudando por un momento. Hasta que Karen cruje los nudillos. El sonido resuena en la sala como un trueno amenazante.
En menos de un segundo, todos comienzan a moverse frenéticamente. Algunos apilan las pesas en orden, otras desmontan las barras y las jaulas de levantamiento, y un par se apresuran a desatornillar los sacos de boxeo de las vigas. Karen observa satisfecha cómo el gimnasio ilegal se desmantela pieza por pieza, sin dejar rastro de su existencia clandestina.
Valeria, aún atrapada en el derrumbamiento de pesas, gruñe y frunce el ceño. “¡Esto...esto no es justo, señora K!”, protesta.
Karen se acerca lentamente, inclinándose sobre ella. Sus orbes mamarios aplastando el metal junto a la barbilla de la joven. “Lo que no es justo es que haya volado un disco de pesas por mi ventana antes de que siquiera hubiera tomado café un domingo por la mañana”
Valeria gruñe, pero asiente con la cabeza. “Vale, vale… lo desmontamos….Pero quiero la revancha….”
“Sí, Val, lo que tú digas!….”,dice Karen, dándose la vuelta para regresar a su casa. “¡Qué niña más tozuda y vengativa”, murmura sacudiendo la cabeza.
“¡Señora K! ¡Sus pantuflas”, grita una culturista detrás de ella, llevando sus pantuflas de conejito en la mano.
“¡Oh!, ¡Gracias, Lucy Osborn! ¡Eres un cielo!, dice Karen, cogiéndolas y volviéndoselas a poner, cruzando desnuda y orgullosa la rotonda del vecindario para volver a su hogar.
Karen entra a la cocina como una guerrera que regresa del campo de batalla, sudorosa pero satisfecha, con su cabello que parece haber pasado por un ventilador industrial.
Su marido, desde el destrozado quicio de la puerta de la cocina, la mira de arriba a abajo, sintiéndose afortunado de estar casado con una mujer como aquella, mientras le pone en la mano una taza de café.”Triple dosis, cariño. Como a ti te gusta tras un poco de diversión.”
Karen toma la taza con ambas manos como si fuera el elixir de la vida, le da un sorbo largo y profundo. Cierra los ojos. Paz, por fin. Un largo y placentero gemido brota de sus labios mientras el líquido calienta y estimula cada fibra de su voluptuoso cuerpo.
“Creo que me apetece un poco más de diversión….”, dice mimosa, mientras aplasta su torso, sus tetazas contra los soberbios y cincelados pectorales de su marido, frotando suavemente su expuesta vagina contra su creciente abultamiento. “Mucha...diversión…”, añade, plantandole un lujurioso beso en la boca que encuentra una lujuriosa respuesta en él. Su poderosa derecha acaricia suavemente su melena mientras su enorme izquierda manosea su titánico gluteo, empujando su pelvis más aún contra su erecta entrepierna.
A su lado, Martha abre los ojos de par en par, escandalizada mientras se aclara la garganta con un carraspeo indignado. “¡Por el amor de Dios, Karen! ¿Qué ejemplo le das a tus hijos?”
“¡Mamá! ¡Has sido ‘trending topic’ mundial durante varios minutos!”, grita Mark con su móvil en la mano.
“¡Papá! ¡Ya he avisado al seguro para que vengan a arreglar el estropicio dentro de un rato! ¿La señorita Alanna grita siempre así cuando la molestas un domingo por la mañana?”, grita al tiempo Sophie, con su móvil en la mano.
Karen gira su cabeza hacia Martha, con su bata de flores perfectamente planchada, y la mira como si hubiera entrado a la iglesia con un bikini de leopardo. “¡Venga, Martha! ¡Mis chicos ya son mayores de edad! ¡Y ya he resuelto tu crisis vecinal! ¿Puedo disfrutar ahora de mi domingo o vas a romperme alguna parte más de mi casa?”, dice.
“¡Karen Powers! ¡Eres imposible!”, gruñe mientras sale frustrada por la puerta que ella misma destrozó minutos antes.
“¿Seguimos disfrutando del domingo?”, susurra Hank sensualmente a su oído, completamente cachondo y completamente empalmado.
“Dame caña….”, sonríe Karen volviendo a besar a su marido con renovado vigor, deslizando su voluptuosa desnudez contra la musculosa desnudez de su hombre.
“¡Joder! ¡Iros a un motel!”, gritan al unísono los gemelos mientras ven a sus padres a punto de darse el lote encima de la encimera.
“¡Esa lengua, niños!”, replica Karen con una sonrisa juguetona mientras Hank la coge en brazos como una pluma para llevarla de vuelta al dormitorio.
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Karen Powers
Ama de casa tetuda y peligrosa
Historias de Karen Powers, una voluptuosa ama de casa que imparte justicia en su día a día.
Updated on Apr 1, 2025
Created on Apr 1, 2025
by Samson
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