3. Riesgo en tierra caliente

Aprendí a ocultar mi feminidad y a disfrutarla solamente en privado y tan frecuentemente como fuera posible, pero nunca aprendí a comportarme durante periodos largos de tiempo, cuando pasan los días y no tengo manera de complacerme, la energía sexual se acumula, y si se acumula demasiada comienzo a dejar de pensar con la cabeza, y empiezo a pensar con el ano, y en esas situaciones he llegado a estallar haciendo cosas extremas para complacerme, cosas que no haría de no haber dejado acumular mi deseo.

Esto último sucedió en aquella ocasión, estaba de vacaciones con la familia en algún lugar de tierra caliente, si no eres de México, esta es una zona bonita, calurosa en extremo, y tristemente peligrosa, es mejor andar solo por los lugares que conoces y con personas conocidas de la zona, es una zona pobre en general también, por lo que en donde vacacionaba prácticamente no tenía privacidad, entre los baños compartidos por mucha gente, y las habitaciones amplias con solo una cortina en lugar de pared, no tenía momento, ni de día ni de noche para complacer a la mujer en mí, y el deseo se me fue acumulando...

Llegó entonces esa noche en que no pude más, no había rincón en la casa donde pudiera estar sola, oculta, así que decidí salir de casa, como invitada que era, no tenía llave, por lo que tuve que saltarme hacia afuera ante el ladrido incesante de los perros guardianes, que si bien, me conocían de día, de noche y brincando las paredes, me desconocieron, así me hubiera arrepentido a media barda, no hubiera podido regresar, así que seguí, al no estar planeado, no llevaba ningún vestido en la maleta, por lo que tuve que ponerme mi pantalón más sensual, afeminado y ajustado, y debajo una tanguita de hilo dental que jamás salía de mi maleta, como extra, llevaba tres plátanos en la mano, que si bien no serían suficientes, me podrían calmar la calentura al menos por unas cuantas noches.

Así que caminé, lo más putita posible por las calles obscuras de ese pequeño pueblo, nerviosa, caliente, esperando encontrar un lugar donde jugar con mis plátanos, a pesar de que todo estaba desierto, no encontraba lugar que me pareciera seguro y lo suficientemente oculto así que mi caminata se extendió más de lo que esperaba; calles más adelante, me encontré que había unos tres señores ya maduros, bebiendo, sentados fuera de una casa, platicando, que me miraron prácticamente al mismo tiempo que yo los vi, y no apartaron la vista de mí, supe que no era buena idea regresar, ni ralentizar ni acelerar mi marcha, seguí normal, caminando con el pantalón marcando la tanga claramente en mi culo, y quizá con los hilos de la misma visibles fuera del pantalón, cuando estuve prácticamente frente a ellos, mantuve mi vista al frente esperando pasar desapercibida, aún sabiendo que no dejaban de mirarme, cuando escuché lo que me gritaban, me decían que que estaba haciendo solita tan noche, y que por qué andaba solita estando tan chiquita, se referían a mi en masculino, pero sé que la intención era la contraria; algo más me siguieron gritando, pero decidí no responder, ni voltear, sino seguir, y aunque no volteé, si sentí que alguno se habría levantado a seguirme...

Estaba muy temerosa, ya no seguí en zig zag, sino directo hacia la avenida principal, que en un pueblo tan pequeño, también es la carretera federal, por lo tanto no deja de ser transitada a ninguna hora, y por lo general está bien iluminada, mi pensamiento era que si me estaban siguiendo, al encontrarme al lado de la carretera, no me harían nada, o si me hicieran algo, los descubrirían, entonces, eso hice, llegué al lado de la carretera, fuera de un motel, y me detuve, mientras esperaba de pie, cual prostituta a media madrugada con la tanga de fuera y a la salida de un motel, esperando ver si me habían seguido o no, me imaginé que pude haber pasado una mejor noche de haber sido más amistosa, quizá hubiera podido meterme las bananas frente a los señores para entretenerlos mientras bebían, y con suerte, haber mamado una de esas vergas llenas de cerveza a media calle, mientras los compadres platicaban de cualquier cosa, turnándose a la jotita mama-vergas.

Y con ese pensamiento, me olvidé del miedo, me calenté de nuevo, y al pie de la carretera me deshice de mis pantalones y me quedé en tanga dando la espalda a los autos que pasaban ocasionalmente, a gran velocidad, me excitaba imaginar qué pensaría quien me viera, y si alguien pensando que era una puta barata, se detendría a contratarme, no aguanté más, y ahí mismo pelé el primer plátano, me hice a un lado la tanguita y me lo introduje muy lentamente, tratando de estirar el momento lo más posible, tratando de ser vista por la mayor cantidad de autos, tratando de aumentar la posibilidad de cambiar el plátano por un hombre real; una vez tuve el plátano completo dentro, me puse a bailar moviendo el culo ahí, en ese lugar público, y durante el baile, me pareció buena idea pelar el segundo plátano y expandir más mi ano frente a la carretera, y así lo hice, lento, delicioso, bailando, hasta que el segundo plátano terminó de entrar completamente, y por lo tanto empujar al primero hasta mis entrañas, yo, extasiada, con el aire acariciando mis nalgas, hubiera querido meterme el último plátano, pero tenía tiempo sin hacerlo, sabía que no iba a entrar, por lo que me puse a mamarlo, mirando hacia el motel, esperando alguien me estuviera observando y me invitara a pasar, pero no sucedió; en retrospectiva, lo agradezco, me pudo haber ido muy mal, pero como comenté al inicio, ese día estaba pensando con el ano, no con la cabeza.

Cuando estuve satisfecha, caminé de regreso hacia la casa, por la carretera la mayor parte del camino, hasta que llegué, ya que no tenía llaves, ni los perros me dejarían saltar hacia dentro, toqué la puerta, con el pantalón acomodado para no mostrar la tanga, tratando de idear una historia respecto a por qué estaba afuera, pero sin poder pensar mucho debido a los dos plátanos que me acompañaron de regreso, metidos en mi culo.