Heidi y Catherine despiertan

Heidi había caido rendida de inmediato. No estaba acostumbrada a levantarse tan pronto por las mañanas. Después conducir durante casi todo el trayecto, la tarde nadando, y alguna copa de más durante la cena. Prácticamente había caido rendida en cuanto llegó a la cama. Solo le dió tiempo a desnudarse, quedándose únicamente con unas braguitas blancas puestas. Además, siempre le ocurría lo mismo en estos retiros. Normalmente compartía cama con su esposo, y era feliz al hacerlo, pero cuando se encontraba con una cama grande para ella sola, era como re descubrir un mundo nuevo.
De pronto escuchó algo abajo. Se despertó lentamente, sin tiempo para distinguir el sonido. Entonces más ruido. Ahora lo había escuchado con más claridad, pero venía del piso de abajo y no sabía identificarlo. Parecía que algo pesado había caido al suelo. Imaginó que Kate acababa de llegar y había dado un portazo, muchas veces ocurría con el viento, o que Dana habría tropezado con algo. Lo más extraño fue que después no se escuchó nada más. Ni gritos, ni voces ni risas.

Decidió levantarse para comprobar qué había sido eso. Sacó un albornoz de su bolsa. Era mejor cubrirse un poco, la imaginación de su buena amiga Dana siempre había sido demasiado viva. Ató el albornoz y asomó por la puerta.

Catherine aún no se había dormido. Estaba tumbada sobre la cama, desnuda, con la ventana abierta. En la ciudad, en su piso del centro, siempre se escuhaban coches pasando, o toda una variedad de ruidos molestos. Con el tiempo había desarrollado cierta indiferencia hacia ellos. Cuando llegaba la época de la escapada junto a sus amigas, le encantaba disfrutar de estos momentos. Abría la ventana, respiraba hondo, y se tumbaba tranquilamente a escuchar el viento mecer los árboles, el ocasional canto de algún pájaro... Era lo que más le asombraba del bosque. Nunca había silencio, pero eran sonidos distintos que la ayudaban a relajarse. Lo necesitaba, sus periplos en los juzgados acababan estresándola sin remedio.
Algo rompió la paz y armonía del momento. Al tener la ventana abierta escuchó con cierta nitidez algo golpeando el suelo. Después prestó atención y creyó oír algún golpe más. No supo distinguir lo que ocurría. Seguramente el primer sonido habría sido Dana o Kate tropezando. Se levantó y asomó por la ventana, pero esta daba al lateral de la casa, y los ruidos venían de la puerta delantera, así que no vió nada. Sería mejor si echaba un vistazo.

No tenía ganas de deshacer las maletas ahora, así que agarró la sábana de la cama y se cubrió con ella. Despues asomó por la puerta.

Las dos mujeres asomaron casi al mismo tiempo. Su primera reacción fue mirar la una a la otra. Catherine, más despierta, fue la primera en preguntar.

-¿Has oido eso?

No se ****ó en bajar la voz. No tenía ningún motivo para hacerlo. Además, acababa de mirar las otras dos puertas del pasillo y estaban abiertas de par en par. Ni Dana ni Kate debían haber subido aún.

Heidi asintió ante la pregunta de su amiga. La cabaña ahora estaba silenciosa, demasiado silenciosa. Tenía la impresión que algo andaba mal.

-¿Kate?, ¿Dana?

Ninguna respuesta. Catherine también comenzaba a tener un mal presentimiento. Sosteniendo las sábanas en su sitio con la mano izquierda, fue la primera en salir al pasillo. Su habitación era la más lejana a las escaleras, eso la hacía sentir un poco más segura de forma inconsciente.
Heidi, cuya preocupación había vencido a la lentitud mental propia del recien levantado, salió también al pasillo, avanzando además un par de pasos hacia la escalera.

-No responden.

-Tal vez estén gastando una broma - Catherine no sonaba demasiado convencida, aunque era lo más razonable.

Heidi estaba algo más preocupada. Si había escuchado alguien caerse, puede que una de las dos, o las dos, se hubiese hecho daño. Si estaban gastando una broma pesada las mataría a las dos por asustarlas tontamente, pero si no era así...

-Deberíamos bajar a echar una ojeada