Marianna persigue a Purna

Invadida por la ira, embriagada por la adrenalina, Marianna salta por la ventana, desnuda, únicamente armada con su pesada espada larga, en pos de la letal asesina enviada por su hermana para matarla. Mientras corre hacia el oscuro callejón por el que Purna ha desaparecido segundos antes, el frio de la noche comienza a golpear su sudorosa piel desnuda. Su mente racional apenas puede controlar el instinto guerrero de la voluptuosa pelirroja, cuyos enormes, desnudos pechos se bambolean furiosamente en su torso con cada una de las zancadas de sus esculturales piernas. Apenas le importa el hecho de que la musculosa asesina de ébano puede esconderse o emboscarla en cualquier lugar del oscuro laberinto de callejuelas por el que ha huido...por el que la princesa se interna casi sin pensar.

Sin embargo, a medida que pasan los segundos, su mente racional comienza a prevalecer. Perdida en el laberinto de oscuras callejuelas de Annun, Marianna es incapaz de determinar la dirección que su enemiga ha podido seguir. No la ve. No la oye. Finalmente, frustrada, la guerrera pelirroja deja de correr. Perdida y desorientada, jadeando por el esfuerzo, la voluptuosa amazona intenta penetrar la oscuridad que la rodea.

De repente, un extraño cántico comienza a llegar a sus oídos, aunque parece sentirlo en cada una de las fibras de su voluptuoso cuerpo. Un cantico ominoso, siniestro. Un cántico en una lengua desconocida para ella pero que habla claramente de miedo...de muerte. Un cántico del cual es incapaz de determinar su procedencia...un cántico que parece provenir de todas direcciones, rodeándola...sometiéndola a su poder, atenazándola, paralizando su cuerpo y su mente con un miedo abrumador.

La poderosa voluntad de Marianna es incapaz de asimilar el miedo que la envuelve como un sudario, que la estrangula como una soga. Doblegada a un estado de pánico desconocido, la valiente princesa guerrera comienza a correr de nuevo, sin rumbo, asustada como una chiquilla, como nunca lo ha estado. Jadeante, sudorosa, todas las callejuelas le parecen iguales, como si corriera en círculos, como si fuera incapaz de avanzar. Y, minutos después, completamente exhausta, Marianna tropieza y cae pesadamente al arenoso suelo, levantando una nube de polvo cuando su enorme busto se estrella contra el firme. La desnuda princesa es incapaz de moverse. Agotada, sus miembros pesan como plomo. Aterrorizada, su voluntad es incapaz de obligar a su cuerpo a moverse un ápice.

Ahogado por el monótono pero terrible cántico, Marianna puede oír pasos apresurados cada vez más cercanos, pasos mezclados con gruñidos guturales. No sabe quiénes o qué son pero incluso la aterrorizada mente de la guerrera se da cuenta de que son enemigos.

Alimentada mas por la desesperación que por su voluntad, una oleada de adrenalina comienza a invadir de nuevo su exhausto cuerpo. Torpemente, y con gran esfuerzo, Marianna consigue ponerse de rodillas, sintiendo los pasos y los gruñidos cada vez más cercanos. Con otro descomunal esfuerzo, la voluptuosa pelirroja consigue ponerse en pie, temblando por el esfuerzo, sucia y sudorosa. Los pasos y los gruñidos están sobre ella.