Mujeres Orco invaden el pueblo

Con la moral baja y casi destruido físicamente, lo único que pudo hacer fue resignarse y aceptar su destino.

"Malditos elfos... " Maldijo en voz baja, sin embargo, uno de sus captores lo escuchó.

"¿Qué fue lo que dijiste, pequeña mierda? " Cuestionó una elfa rubia, vestida con un traje de pieles y botas de cuero.

Decidió cerrar la boca, limitándose en solo mirarla con furia, aunque por ello, igualmente recibió otro latigazo en la espalda.

Edward gruñó del dolor y volvió a mirar al suelo.

"Si, eso es, quédate ahí. " La elfa acarició la cabeza del hombre como si fuera un perro. "Buen chico. "

El trabajo de Edward consistía en ser una especie de atracción de circo, pero sin circo, literalmente estaba ahí sentado en media plaza pública para que la gente vaya a ver al humano. Aunque muchas personas que iban, pensaban que solo se trataba de un elfo al que le cortaron las orejas.

Vio a la mujer sonreir descaradamente. "Nos vas hacer ganar mucho dinero... " Expresó saltando de la alegría, lo que a Edward le resultaba repugnante, pues odiaba su comportamiento bipolar.

"Ojalá te mueras... " Murmuró, sin pensar que aquellas palabras se harían realidad. Miró a la elfa y justo cuando ella le dio la espalda, una flecha atravesó su cráneo.

La sangre le salpicó en toda la cara y luego ella cayó encima de el. Tratando de quitarse la sangre de los ojos, observó al cielo y allí pudo percatarse de que una tanda de flechas estaban por caer en todo el lugar, sin siquiera tener tiempo para pensar, agarró el cuerpo inerte de su captora y lo utilizó como un escudo.

Desde su segura posición, observó como la gente a su alrededor moría en un santiamén, por flechas que cayeron en los ojos, pecho y abdomen.

El suelo comenzó a temblar y luego de unos segundos, Edward vio como una manada de orcos se acercaba marchando en un estilo militar. Pensó que esta sería su oportunidad para escapar, se quitó de encima el cuerpo de la elfa y trató de levantarse, lo que no logró, pues había olvidado de que seguía encadenado.

Mirando hacía la cadena con rabia, la jaló con todas sus fuerzas en un infructuoso intento por liberarse, hasta que una sombra grande lo tapó de la luz del sol.

Sintiéndose derrotado, volteó a ver quien era la persona que lo ocultaba del sol. Casi se atraganta con su propia saliva al ver a una mujer orco, fornida y de gran belleza.

La escultural mujer llevaba en su mano derecha una enorme hacha, con la que cortó las cadenas del humano, dejándolo con muchas incógnitas.