Marianna huye detrás de Purna

Marianna piensa que quizás debería haber aceptado el refugio que le ofrecía el alquimista. Al menos, la princesa guerrera sabe tratar con semejantes individuos. Todo este asunto de La Ronda apesta a hechicería oscura, y conoce demasiado poco del asunto para enfrentarse a ella solo con la fuerza de su espada.

“¡Espera!”.-Grita Marianna, echando a correr detrás de la joven, que vuelve a internarse en el laberinto de callejuelas. En la oscuridad, los ojos de Marianna apenas ven lo que tiene delante de ella. Solo la tenue luz que se filtra entre los postigos de las ventanas de las casas de adobe que levantan ese laberinto de callejuelas, permite ver a la princesa a la misteriosa y veloz joven, convertida en una sombra gracias a su negra capa.

La joven de ébano gira la cabeza asustada al sentir a Marianna detrás de ella, pero en su joven rostro se dibuja un semblante de ligero alivio al darse cuenta que es la voluptuosa guerrera, y no La Ronda, la que le pisa los talones.-“¡Sígame, mi….mi señora!”.-Jadea la joven, aflojando su carrera, pero internándose más y más en el laberinto de callejones, haciendo que, al minuto, la princesa se sienta confusa y perdida en aquel oscuro laberinto de casas de adobe, sintiendo detrás de ella como si el ominoso cántico las persiguiera.

Aunque ignora el lugar al que le dirige la desconocida muchacha, ello no disuade a la guerrera pelirroja de su carrera. Sus esculturales piernas la impulsan con la rapidez y gracia de una gacela a lo largo de aquel laberinto de estrechos callejones, con su blindado voluptuoso torso botando con erótico frenesí en cada una de sus poderosas zancadas, compitiendo en velocidad y resistencia con la muchacha llamada Purna…y casi siendo superada por ella.

Tras varios minutos de carrera, el sudor comienza a cubrir su bronceada piel cubierta de polvo…y a quedarse ligeramente retrasada respecto a Purna. Por suerte para ella, finalmente aquella pequeña gacela de ébano se para delante de un edificio de adobe de varias plantas que parece una especie de posada. Con una cadencia particular, la joven golpea la puerta…pero parece que nadie.-“¡Abrid, miserables! ¡Abrid a Purna!”.-Grita la muchacha, golpeando nuevamente la puerta con frenesí.

De repente, varias figuras aparecen por un callejón. Vestidas simplemente con taparrabos, armadas con garrotes, se abalanzan contra la exuberante guerrera chillando frenéticamente.

La inminencia del combate estimula su adrenalina…el cansancio desaparece mientras sus músculos se tensan y su mente analiza qué movimientos realizar en los siguientes segundos. En un momento, su espada abandona su vaina con un siseo metálica y la exuberante guerrera adopta su posición de combate…

…Y, mientras Purna chilla de miedo, la lucha acaba. La afilada espada de la princesa guerrera centellea en la noche como un rayo frente a sus atacantes. Contra la súbita carga frontal de sus enemigos, Marianna danza alrededor de ellos con la fluidez y precisión de una bailarina y con un par de súbitas y salvajes estocadas, que hacen oscilar su enorme busto, las figuras caen inertes en el polvoriento suelo, tiñendo de rojo la rojiza arena que lo cubre.

“¡Abrid a Purna! ¡Bastardos”.-Grita nuevamente la joven de ébano. Marianna se da cuenta de que no las abrirán...y ambas mujeres comienzan a oír los cánticos de La Ronda más y más cerca.

Tres nuevas figuras aparecen chillando enloquecidas, frenéticas, cargando hacia ellas. La poderosa espada de la exuberante Marianna vuelve a centellear y tres nuevos cadáveres se unen a sus compañeros. Pero la princesa guerrera comienza a sentirse agotada de nuevo mientras que su voluntad parece desvanecerse a medida que los cánticos de miedo de La Ronda se acercan más y más.

“¡Debemos…debemos huir! ¡No te abrirán!”.-Gime Marianna, avergonzada de sus propias palabras, avergonzada del miedo que siente, aunque sabe que es fruto de la terrible hechicería de La Ronda.