Investigar el cuerpo y la moto

Vuelves a ponerte en pie. Esta vez tus piernas parecen responder, aunque todavía te notas bastante mareada. Cuando miras hacia abajo, a tu cuerpo, ves una camiseta negra, algo raída y un poco rota, y unos vaqueros bastante desgastados. Todo ello cubierto de una capa considerable de polvo y arena. Te sacudes un poco con las manos para adecentarte lo más posible, y el movimiento tan brusco casi te hace acabar otra vez en el suelo, pero, además, te ha hecho consciente de que la camiseta ancha y los pantalones ceñidos cubren un cuerpo con curvas, no excesivamente delgado, pero con tampoco peso de más, y unos pechos que, aunque no grandes, sí tienen un tamaño más que decente.

Con las piernas aún algo temblorosas pones dirección al cuerpo en el suelo. Según te vas acercando puedes distinguir un hombre, joven, con el pelo negro que le cae como una cascada sobre los hombros. En el lateral de la cabeza tiene una herida bastante importante, que le pega con sangre el pelo a la cara. Aunque te fijas bien, no consigues reconocerlo, o recordarlo mas bien. Lleva unos pantalones vaqueros oscuros y unas botas, y cubriendo una camiseta también oscura, una cazadora de cuero negro. Junto al cuerpo, ves una pistola tirada.

Rápidamente te agachas para coger el arma. No estás muy segura de saber cómo usarla, pero mejor será que no tenerla. Además, dadas las circunstancias y de que estás empezando a tener frío, intentas quitarle la cazadora. Lo consigues, aunque te ha llevado unos cuantos intentos, y una extraña sensación cada vez que manipulabas el cuerpo sin vida, aunque sigues sin saber quién es. Pero cuando tu cuerpo empieza a entrar en calor, sabes que has tomado la decisión correcta. Por último, antes de acercarte a los restos de la moto, investigas en los bolsillos de sus pantalones, donde sólo encuentras un mechero, que dejas a buen recaudo en tu chaqueta nueva.

Cuando te acercas al grupo de hierros retorcidos previamente conocidos como una motocicleta, ves un surco en la arena desde la carretera. Por el estado en el que se encuentra, el accidente debió ser bastante grave. ¿Irías tú también en la moto? Parece ser lo más evidente, pero no te atreves a suponer nada, y te duele demasiado la cabeza como para pensar demasiado. Realmente no crees que haya nada que te pueda ser útil aquí, así que estás a punto de dejar en paz la moto, cuando ves el espejo retrovisor. Una chica, joven, quizá unos 25 años, te devuelve la mirada. Te fijas en su cabello pelirrojo, en sus ojos marrones, casi negros, que miran con confusión. Te fijas en la marea de pequitas que recubren sus mejillas, y en cómo resalta el rojo de la sangre que le recorre desde la frente en su piel clara. Pero, por mucho que te fijas, no eres capaz de reconocer a esa chica de mirada perdida.

Estás a punto de acercarte más al espejo, para poder echar un vistazo con más detenimiento a esa herida, cuando escuchas a lo lejos el ruido de un motor. Cuando te giras en la dirección del sonido, ves, en la carretera, en dirección contraria al edificio que viste antes, lo que te parecen un par de luces en la distancia, pero que se van acercando a bastante velocidad. ¿Un coche quizás?