Humillarla

Observé sus esbeltas piernas y sus pequeños pies con detenimiento, y entonces se me ocurrió la idea perfecta.

— Amas sentirte humillada, sabes que está mal, te odias por ser así, pero cada vez que ves a alguien deseas por dentro que esa persona te domine, te humille y te utilice como quiera, y si yo soy esa persona vas pedirme tu misma que te humille, vas a desear ser mi pequeño juguete. Ah, y ...

Para esto último me acerqué a su oído para poder susurrar lo

— Vas a tener un completo y absoluto fetiche de pies, tu nuevo pasatiempo favorito es ver fotos de pies y tocarte con ellos, y los míos son tus favoritos.

Me separé despacio volviendo a sentarme en la silla, cruzando mis piernas y viéndola sonriendo. En unos segundos volvió en sí, pero ya no era la misma, toda su confianza se había desvanecido y no tardó en arrodillarse ante mi, junto delante de mis pies, que quedaron a la altura de su rostro.

— Siento haberle hablado así ... Perdóneme ...

Su mirada estaba perdida viendo mis pies, no pude evitar reír, sacándome los zapatos, al momento sacó la lengua viendo mis pies con hambre, mi risa no paraba. Cuando me quite los calcetines lancé uno a un lado y el otro lo puse en su nariz, su cuerpo se estremeció.

— Que olor ... Delicioso ...

— Muy bien pequeña fetichista, vas a darme toda la medicina que quiero, gratis, y además te dejaré ser mi mascota, ¿te parece bien el trato pequeña esclava?

Ella estaba sumida en olfatear mi calcetín, la había transformado por completo, apenas pudo asentir con la cabeza de forma leve sin perder la concentración de su nueva actividad favorita.

— Perfecto, ¿Que debería hacer ahora contigo?..