Humillado por una prostituta

Digamos que con 18 años tenía las hormonas calientes, pero los incidentes previos respecto al tamaño de mi miembro me había hecho un poco introvertido y poco dispuesto a ser humillado. Pero quería perder mi virginidad, así que pensé en formas alternativas para perderla sin ser humillado. Se me ocurrió una idea: una prostituta. ¿Por qué no? Las prostitutas reciben un pago por su servicio, no lo hacen por placer, así que no debería temer por ninguna burla hacia mi pequeño pene.

El plan era perfecto: tenía la plata para que la prostituta cogiera conmigo, un hotel alojamiento relativamente barato, y el auto que me prestaba un amigo. Todo perfecto. Así que a la noche me mandé y fui a la "zona roja" de mi ciudad. Conseguí a una chica linda, y dentro de todo barata y fuimos hacia el hotel alojamiento.

Pagué y nos dirijmos hacia la habitación. Ella me tiró en la cama. Empezó a desnudarse. Primero sobretodo, luego el corset, el corpiño rojo, que hacia juego con su color de pelo, revelando sus enormes pechos, y finalmente se quitó la tanga, revelando una vagina depilada y muy sexy. Me emocioné y mi amiguito de abajo también, al punto de que quedé rápidamente empalmado. Pero ella no pareció notarlo.

"¿Qué? ¿No te gusta lo que ves?" ella me dijo

"Si, si, estoy excitado...." le respondí, un poco nervioso

"¿En serio? No parece" me respondió, sorprendida

Dicho esto se acercó a mi, y empezó a bajar mis pantalones. Y luego fue por mis calzoncillos. Y ahí empezó la mayor humillación de mi vida.

"Jajajjajajajajajajajajajaj ay! pero que chiquita que la tenés!!! Es un chizito!!!!" ella me dijo entre risas.

Un chizito me dijo. Para quiénes no lo sepan, los chizitos son unos snacks que son..bueno...chiquitos. Quedé totalmente mortificado. Cubrí mi pequeño pene humillado con mis manos.

"Mirá que cogí con más de 50 tipos, pero nunca ví una pija tan chica en mi vida" dijo nuevamente riéndose.

Dicho eso, se levantó y se empezó a vestir. Yo le dije que le había pagado, que no se podía ir, pero ella me dijo que ni ella podía coger con algo tan minúsculo, pero que se llevaba mi plata, y también mi ropa. Y antes de que hiciera algo para proteger mis cosas, me esposó al barandal de la cama y cubrió mi boca con una de mis medias. Hecho esto, riéndose, se fue del hotel alojamiento, y yo quedé ahí, desnudo, humillado y esposado.

Sin embargo, mis peripecias recién comenzaban.