Haces una videollamada

En lugar de contestarle en texto, decides mostrarle lo que estás haciendo. Apenas tarda unos segundos en contestar, y lo que aparece en pantalla eres tú, en medio de los dos hombres, siendo embestida.

—Ho-hola, amor. —logras articular.

—Oh, estás ocupada —dice él. En la pantalla, está recostado en la cama. Sonríe al verte ser cogida —. Apenas y puedo verte de lo mucho que te mueves.

—Ah... Ah... Ajá... —logras gemir.

—¿Te están follando durísimo?

—S-¡Ah! ¡Sí, durísimo, durísimo!

—¿Y entre dos? Qué golosa eres. Qué bonito que disfrutes. ¿Cómo la tienen?

—Están grandes y... ¡Ah, sí! ¡Gruesas! ¡Duras!

Apenas y puedes sostener el celular, pero luchas por hacerlo, pues quieres mostrarle a tu esposo cómo te follan.

—¿Cuántos han cogido ese coño?

Te encoges de hombros y acercas la cámara a tus labios, mostrando una gruesa gota de lefa escurriendo entre tus labios.

—E-estoy totalmente llena de leche.

—Woah, ¿Tantos? Sí que gozas, putita.

Sus palabras te excitan más. Estás cada vez más cerca de otro orgasmo, uno más explosivo que el anterior.

—¿Qué pasa, perrita? ¿Te vas a venir en esas dos pollas?

—¡Sí¡ ¡¡S-sí!!

—Más te vale que también les hagas venirse, como buena puta.

Los movimientos de ambos incrementan, y pronto el éxtasis te llena. Estallas en placer, y lanzas un fuerte grito mientras tu cuerpo se sacude entre los cuerpos de tus amantes. Sueltas el celular y te pierdes por un largo rato en el orgasmo, amplificado por el continuo bombeo de ambos hombres. Tardas un momento en regresar en ti.

Tanteas la cama para recoger el celular, temblorosa, al mismo tiempo que los hombres que te follan incrementa su ritmo, listos para disparar.

La videollamada sigue, y tu esposo, quien se está masturbando, te pide algo.